miércoles, 21 de octubre de 2009

¿DESPERTAMOS?

Derrota ante el Rubin Kazan. Se confirmaron los temores ya apuntados hace unas semanas. Escucho a Pep en rueda de prensa y solo puedo entender su valoración positiva del partido en clave de protección del vestuario para hacer frente al conato de crisis.

Pero discrepo absolutamente de la versión políticamente correcta que afirma que el equipo ha dado la cara, lo ha puesto todo y la derrota es solo fruto de la mala suerte y los postes. Esta lectura es la cómoda y podría aceptarse si se tratase de un accidente aislado. Pero la sensación que transmite el equipo, lo siento, es que empieza los partidos con calma, como convencido que su superioridad se impondrá tarde o temprano al rival, que no hace falta quemar energías, la defensa contraria caerá como fruta madura... Y esta actitud de superioridad dista de la ambición desenfrenada de la temporada pasada, en que el equipo salía a arrollar al rival y solo paraba -si es que lo hacia- cuando el marcador ya indicaba una ventaja amplia. Este año, no. El ritmo de circulación de balón es lento. La movilidad en el ataque, mínima. La presión, en retroceso. ¿Este no es un problema de actitud?

Sinceramente parece que no aprendemos. Tras tocar el cielo con Rikjaard caimos en la autocomplacencia, menospreciamos a los rivales, relajamos nuestros hábitos y fuimos, poco a poco, perdiendo las señas de identidad hasta convertirnos en un equipo que, aunque voluntarioso, había perdido sus valores a través de la regresión en los niveles de exigencia. No digo que estemos en la misma situación, pero los primeros pasos tras conquistar las Supercopas apuntan en esa dirección. La victoria ante el Atlético de Madrid, ese auténtico pupas al que cualquiera vapulea, fue saludada en exceso, sin analizarse en profundidad las lagunas, muchas de ellas actitudinales, durante el encuentro. Tras superar sin problemas a Racing y Málaga, unos derrotados de antemano y los otros solo preocupados en pegar para evitar la goleada, ambos cegados por el pánico de enfrentarse a un rival casi mítico, se derrotó penosamente -en juego y resultado- al Almeria y se celebró como victoria un apurado empate ante el Valencia. Todo ello apuntaba síntomas que ante los rusos se han materializado en una derrota, dolorosa, que debería hacernos despertar a todos, equipo, prensa y afición.

Pero es que además de la falta de ritmo, de la ausencia de fluidez, de pérdida de automatismos, el equipo está falto de desequilibrio individual, ese recurso que desencalla partidos y que, en estos momentos, echamos en falta. Aunque queramos ocultarlo, Messi parece abducido por esa mezcla grotesca de niña del exorcista y bufón de circo que ¿entrena? a la selección argentina. Iniesta está falto de velocidad y más blando que nunca. A Xavi lo secan poniendole un marcador que lo acampaña hasta el retrete. Henry, ¿donde está Henry?...

En este punto debemos recordar lo señalado a principio de temporada: la autocomplacencia que ha invadido al club, acrecentada en las altas esferas, nos trae la constatación de la falta de alternativas, de plantilla corta y sin suficientes recursos. ¿La solución a nuestros problemas ha de ser el recurso a Bojan y Pedro? ¿Hemos de acabar fichando a Robinho en el mercado de invierno? ¿Tenemos lateral derecho para cubrir la baja de Alves? ¿Algún día reconoceremos algún error en la planificación deportiva? ¿Reclamará el mitinero presidente un aumento de sueldo para Txiki al estilo del reclamado para el espia-director general?

Despertemos de una vez, basta de vivir fascinados con lo ganado el año pasado, pongamos sobre la mesa las críticas merecidas. Si algo no funciona o, al menos, no como el año pasado, digámoslo. Otra vez estamos narcotizados, encantados de conocernos, faltos de autocrítica. Este club parece condenado a repetir sus errores. Aun estamos a tiempo de evitarlo. Pero hay que reconocer ya donde fallamos para empezar a poner solución. ¿Despertamos?

sábado, 10 de octubre de 2009

Por real decreto

Vuelve lo retro. El estilo vintage causa furor. La crisis galopante hace añorar tiempos pasados que ahora parecen mejores. Y el futbol español no es ajeno a las ¿nuevas? tendencias. Preparémonos los culés para vivir un “deja vu” permanente. Vuelve el “así, así, así gana el Madrí”, al menos en la Liga española -en Europa, como en el mundo olímpico, siguen cosechando ridículos y haciendo gala de su ya casi genético mal perder-.

En solo 7 jornadas de Liga -contando la visita a Mestalla- el equipo de Guardiola habrá sufrido una reiterada persecución arbitral, alineada con la corriente de opinión publicada madrileña, ansiosa por titular “El Madrid ya es lider”. ¿Ya? ¿Donde esta escrito que deba ser así? En los libros de historia, por supuesto. Volvamos a viajar al pasado.

Para quien piense que exagero, baste repasar los dos últimos partidos.

En la visita a la Rosaleda fue Delgado Ferreiro quien intentó frustrar la victoria azulgrana. Permitió agresiones, repartió tarjetas con criterio desigual -nadie se molesta con esto, pero cuando dentro de 20 jornadas algún jugador clave se pierda un partido trascendental hariamos bien en echar la vista atrás-, escamoteó varios penalties y consiguió sacar de quicio en muchos momentos al equipo. ¿Un mal día? Ni hablar. Este personaje ya hizo algo parecido el año pasado en el derby celebrado en el Nou Camp, única derrota liguera en casa, por obra y gracia de sus decisiones, tolerando las faltas reiteradas pericas, a menudo no señaladas y jamás amonestadas, permitiendo la pérdida continuada de tiempo -sin añadirlo después- incluyendo simulación de lesiones, para aplicar un rigor desproporcionado a la hora de expulsar a Keita. Evidentemente el Barça no supo controlar su ánimo ante tan escandaloso atropello y acabó derrotado... y dando vida al ficticio Madrid de Juande Ramos que, jaleado por la prensa merengue, ansiaba la remontada de los dodotis y el canguelo.

La pasada semana el Almeria visitó el Nou Camp. De forma menos evidente pero igualmente insidiosa el no menos chulesco colegiado madrileño (no hace falta decir nada más) Velasco Carballo omitió, con empate en el marcador, varias faltas susceptibles de tarjeta para amonestar las protestas culés, aplicó un vara de medir distinta (13 faltas del Almeria por 19 del Barça, 3 tarjetas locales por 2 visitantes) y se tragó un evidente penalty a Messi, al que provocó ostensiblemente amenazándole con la expulsión en caso de volver a tirarse. ¿Qué hubiese ocurrido si el argentino hubiese replicado? Tampoco hace falta decir nada más.

Pero, vaya por donde, el Barça, aun sin la brillantez de la temporada pasada, sigue empeñado en ganar todos los partidos y distancia al Madrid en 3 puntos. Todas las alarmas disparadas. ¿Qué hacer? Tranquilos, el viaje en la máquina del tiempo nos permite entenderlo: el Madrid vuelve a comprar árbitros. Ahí está Megía Dávila, el fichaje rutilante de Florentino.

¿Y qué nos espera? Pues más de lo mismo. O peor. Para el siempre caliente enfrentamiento frente al Valencia no podían designar a nadie más que a Pérez Burrull, uno de los más fieles y diligentes servidores de los blancos. ¿Teoría de la conspiración? Basta con recordar dos casos recientes: este individuo es el que permitió que el Madrid siguiera con vida el año pasado cuando Osasuna visitó el Bernabeu y perdonó dos clamorosos penalties sobre Juanfran, al que además expulsó por acumulación de amarillas por sendas presuntas simulaciones, adornadas con el desafiante comentario de “a ver si aprendes a tirarte mejor”. Es el mismo que, el funesto día en que el Barça saludó con un pasillo en el Barnabeu al campeón, se sumó a la fiesta como cualquier ultrasur, felicitando a los jugadores blancos durante el partido, inventándose un penalty (el 3-0 aun en la 1ª mitad) para intentar repetir una manita, expulsando a Xavi (!Xavi!) por protestar, alargando un partido ya sentenciado varios minutos para regodearse en la humillación a los culés... En fin, este es el que nos espera en Mestalla.

Y basta ya de hablar de la incompetencia generalizada del colectivo arbitral. Inútiles hay unos cuantos. Se les reconoce fácilmente cuando empiezan a aplicar de forma continua la ley de la compensación, acumulando un error sobre otro y enloqueciendo con facilidad. Pero ocultos, amparados en la mentira mediática del Villarato, habitan los hombres de negro, los Gurucetas, Meleros y Britos del pasado reencarnados, los encargados de restaurar el orden de otras épocas, el del Madrid Campeón por Real Decreto. Tiempo al tiempo.