domingo, 11 de abril de 2010

NO WAY OUT, MADRID


Pasó el Barça de Guardiola por el Bernabeu y siguió haciendo historia. Por primera vez el equipo culé encadena dos victorias en feudo blanco, lo que no deja de representar el sometimiento histórico blaugrana y, por contraposición, el evidente cambio de tendencia que vive el fútbol español en los últimos veinte años -desde el Dream Team-, más rotundo hoy si cabe.

No fue el partido previsto. Todas las estadísticas relativas a promedios goleadores, posibles revanchas del chorreo del año pasado y demás visualizaciones previas del choque estallaron por los aires. Y buena culpa la tuvo el cambio de dibujo táctico de Guardiola. Honestamente, no tengo demasiado claro que el esquema planteado, con Puyol desplazado a la banda derecha y Alves por delante, acabase de funcionar. Pero sí creo que el partido, desde la óptica madridista estuvo marcado por el PÁNICO a sufrir un revolcón como el del año pasado.

El miedo merengue se tradujo, especialmente en la primera mitad, en una fuerte presión sobre la salida del balón, que acababa habitualmente mal resuelto por los laterales -tanto Puyol como Maxwell demostraron sus carencias en la construcción, conocidas en el de la Pobla, menos esperadas en el brasileño-. La ausencia de Alves en el proceso constructivo más la dureza blanca cuando el balón superaba la primera línea de presión entorpeció el juego culé, menos preciso que de costumbre. Pero el Madrid no tenía otro plan más que evitar el juego del Barça. Cuando recuperaba el balón, preferiblemente en contrataque, su único recurso era la carrera desbocada de CR9 contra el mundo, sin ningún tipo de apoyo -ni falta que le hace, ya que no la suelta ni a tiros-. Higuain desaparecido -como en todo partido de alto nivel que se precie-, Van der Vaart demostrando su nula jerarquía antre rivales de peso, Xavi Alonso diluido en tareas destructivas... Nada para hacer daño a un Barça que no vivía su mejor puesta en escena.

Para desgracia de la galaxia blanca -cuanto daño acaba haciendo la hiperbólica prensa de la capital-, la primera combinación entre Xavi y Messi culminó en el 0-1. Como quien no quiere la cosa, aunque nunca con la mano como pretenden los obcecados inventores del villarato, se avanzó el Barça. Y se acabó. El Madrid no tenía Plan B. Y si lo tenía, no sabía como ejecutarlo, por que el entramado de Guardiola en el centro del campo, con menos recursos ofensivos, reforzado con el cambio de disposición tras el descanso, aun hacia más compleja la ¿construcción? del juego madridista. De hecho el inicio del segundo tiempo fue un monólogo culé, en forma de rondo interminable entre defensas y Valdés -sublime tanto en sus intervenciones como transmitiendo seguridad- durante 10 minutos para, con un cambio de ritmo impulsado por Xavi habilitar al siempr oportuno Pedro para sentenciar. La clave del 0-2 fue el factor sorpresa, la transformación de un lento rondo, casi anodino, ante un rival confiado en su defensa aunque preguntándose como crear alguna ocasión de gol, en una pasada profunda, un maravilloso control orientado, una rapidez para convertir la ventaja en decisiva y una definición precisa. Apenas tocó otro balón bien Pedro, pero fue suficiente. Como siempre.

Solo con el 0-2 el Barça relajó por unos minutos su dominio y permitió los últimos arrebatos blancos, nuevamente a cargo de Cristiano Ronaldo, definitivamente ofuscado por su subordinación ante Messi -no hace falta decir nada más, que diría aquel-. Creció Valdés, se recompuso la situación y el Barça pudo haber redondeado una goleada nuevamente histórica si no hubiese sido por la aparición final de Casillas para salvar una debacle mayor. De hecho, en los últimos minutos no hubo ni atisbo del espíritu de Juanito, de la apelación a la épica, a la heroica, al milagro que tanto gusta a los castizos. Nada.

No hizo falta. Un Barça sobrio, impreciso durante muchos minutos pero solvente, tuvo bastante con cuatro ocasiones de gol. Suficiente ante un rival acomplejado por el 2-6, en una herida profunda que se agranda con este 0-2 y la sensación de inferioridad, de impotencia, de sumisión. No basta con campañas pagadas en Marca y As, no es suficiente con comparar a CR9 con Messi sobre el papel, no vale con inventar calificativos o soñar con records goleadores. El partido definitivo, el que debía poner a cada uno en su sitio, sirvió precisamente para eso. Devolvió al madridismo a la realidad, la que dice que pese a su multimillonaria inversión es un conjunto sin esquema ni alma, incapaz de hacer frente al Barça. Esta un nivel por debajo.

Ahora el Barça tiene la Liga en la mano, depende de si mismo. El calendario es mucho peor que el del Madrid. Los desplazamientos a Cornellà, Villarreal o Sevilla son más complejos que los enfrentamientos que esperan a los de Pellegrini -o quien sea el entrenador, ya que igual lo echan por la presión mediática que cíclicamente, con cada fracaso, pone el tema sobre la mesa-. Pero el refuerzo moral del resultado del clásico es de impacto. No creo que se traduzca en una claudicación del Madrid, pero sí en la confirmación del camino emprendido por el Barça en el último mes, en el momento cumbre de la temporada, en que pese a que algunos hombres no están en su mejor momento, ha encontrado la vía para explotar el mejor Messi posible y ello, lo siento, es el argumento más sólido que nadie puede presentar en el mundo del fútbol hoy en día.

Y una última reflexión: la actuacion de Mejuto fue de escándalo. A los del villarato, que se lo hagan mirar. Se perdonó la expulsión a Xabi Alonso, a Sergio Ramos y a Garay, mientras se aplicaba la máxima severidad a Messi. Ni así...