Se cierra el circulo. Por fin el personaje más odiado en can Barça -y en todos los sitios por donde ha pasado como rival- entrenará al Madrid. La prepotencia presidencial, capaz de jactarse en tiempos como los actuales de que el dinero nunca es problema para él, se vincula a su alma gemela. ¿Quien mejor que el técnico portugués simboliza todos los “valores” de Florentino? Prepotencia, chuleria, arrogancia, desprecio por el rival, menosprecio a la prensa... todo muy propio de uno y otro.
El barcelonismo, ebrio de triunfos, orgulloso de su estilo mundial y unánimemente señalado como el modelo a seguir, corría el riesgo, si San Pep de Santpedor no lo remediaba, de ahogarse en el océano de baba autocomplaciente que nos rodea. Pero no hace falta despertador. Nos lo han regalado desde la capital. Gracias Florentino, tu siempre tan generoso. No sabes cuanto ansía la culerada el partido contra tu equipo para poder entonar aquello de “ese portugués, ... és”. Y lo peor es que será difícil distinguir si los gritos irán dirigidos al entrenador o a vuestro alter ego sobre el campo, CR9. Ya puestos, solo quiero pedirte un pequeño regalito, tu que todo lo puedes. Contrata a Figo de ayudante de Mou. Simboliza igualmente muchos de vuestros principios (la mentira, la traición, el amor al dinero por encima de todas las cosas).
Pero no nos engañemos. La presencia del portugués en el banquillo madrileño garantiza una mayor competitividad de los merengues. En el campo -aunque, se diga lo que se diga, tanto con Juande como con Pellegrini tuvieron rachas de imbatibilidad y victorias difícilmente mejorables- y, lo que es peor, en la gestión de los aspectos emocionales. Es así donde entraña el peligro de Mourinho. En su capacidad de desestabilizar. Si bien sus jugadores le suelen profesar amor incondicional, Mou consigue encrespar al resto de los mortales. Ello incluye a rivales, por supuesto, pero también al entorno de su propio club, a árbitros, prensa, federaciones... En función de como marchen las cosas puede ser insoportable -por su prepotencia- para sus rivales derrotados o rezagados en la clasificación, o bien constituir una bomba de relojería de alcance imprevisible en caso de verse por detrás del Barça y ser objeto de críticas por parte de la afición.
Aunque Mou es inteligente y manipulador, el personaje de ganador histriónico, provocador, egocéntrico que él mismo ha construido no admite punto intermedio. O le adoras o le odias. Y todo depende de una sola cosa: la victoria. Por que su estilo lo subordina todo, absolutamente todo, a la consecución del triunfo por si mismo, alejado de cualquier tipo de concesión a la estética. Si gana, ese Madrid más blanco que nunca -por sus dos años de abstinencia total- se rendirá a Jose como lo han hecho los interistas. Pero si pierde ante el Barça y lo hace con sus señas de identidad futbolística (solidez defensiva, contraataque letal, mezquindad tacticista), nadie lo sostendrá. Ni Florentino (lo echa, ficha a otro y se vanagloria de ello), ni Valdano (que no dimite ni aunque le traigan a su némesis), ni la prensa nacionalmadridista (apoyarán a quien diga Florentino, que para eso les paga)...
De todas maneras, un personaje como Mou, todavía atormentado por el desprecio que sufrió en su trayectoria azulgrana, en que se le recuerda más por ser el traductor de Robson, el presunto amante de Bobby o el mindundi al que Luis Fernández se comió un día en San Mamés que por la más mínima aportación futbolística, viene a engrandecer el universo de malvados que la culerada necesita periódicamente para motivarse. Pero deberiamos huir de la obsesión, pasar de sus declaraciones, obviar sus provocaciones. Dejar que siga alimentando el monstruo que él mismo ha creado. Y el mejor para ello es el lobo con piel de cordero que habita en el vestuario culé. Pep, por si no tuvieras bastante, ahora tienes una nueva misión. Destruye al último villano.

