lunes, 17 de mayo de 2010

CAMPEONES. PUNTO y FINAL

Se acabó la Liga. Otra vez para el Barça. Batiendo records de puntos aunque jugando peor que en la inolvidable temporada pasada. Pero da igual. Superando al Madrid más efectivo de la historia, construido a golpe de talonario, impulsado por la prensa nacional y de la capital, amparado por el apoyo arbitral pese a la desquiciante teoría del villarato, ansiosa por reverdecer laureles, todavía malherida por el chorreo del 2-6.

Y podría parecer que la diferencia entre Barça y Madrid ha sido mínima. Apenas 3 puntos. Nos hemos hartado de escuchar que el perdedor cerraría la temporada en blanco. Falso. Puras falacias del madridismo oficialista, empeñado en tapar su fracaso, el del ser superior Florentino, el de sus presuntas estrellas (salvo CR9, ¿donde han estado Kaka o Benzema?).

La diferencia se mide en los títulos de la primera mitad de temporada (Supercopas española y europea, Intercontinental), en el papel en la Copa del Rey (humillados por un 2B o eliminados en Sevilla por goles en campo contrario, tras un alud de ocasiones, Palop salvador y arbitraje escandaloso en la ida) o en la Champions (enésima debacle en octavos frente a derrota agónica en semifinales). O, sin ir más lejos, en el doble enfrentamiento liguero, ese que mide directamente, cara a cara, el nivel de los equipos. En todas las comparaciones sale triunfador el equipo blaugrana.

Esto es lo que cuenta. Que la diferencia final en la Liga haya sido solo de 3 puntos (99-96) significa que el Madrid ha ido capaz de seguir la estela culé, amparado en la formidable pegada de Cristiano y Higuaín y al recurso imperecedero de la épica. Pero ni eso ha sido suficiente ante la solidez culé, capaz de resistir la presión mediática continua. El Barça es el mejor equipo del mundo -como se encargan de recordar rivales locales y foraneos- y como tal se ha impuesto. Sin la épica merengue, regalando alguns puntos (empate en Pamplona con gol en propia puerta en el último partido) o sufriendo ante rivales que plantean su temporada con el único objetivo de hacer campeón al Madrid (aquellos que cuando se enfrentan a su alter ego pierden por incomparecencia y que ante el Barça buscan, por lo civil o lo criminal, impedir la victoria culé, para acabar sistemáticamente quejándose del árbitro aunque deje al rival habitualmente en inferioridad). Da igual.

Pero donde el Barça derrota al Madrid de manera apabullante e indiscutible es en el terreno de los intangibles, eso que se ve pero no se toca, que se percibe y enamora o, por el contrario, irrita y se convierte en odioso.

El modelo futbolístico buscando el ataque a través de la combinación, la apuesta por la cantera, el respeto por el rival, la humildad de sus estrellas, el compromiso solidario del equipo de Guardiola -capaz de superar la gloriosa temporada 2008-09- son elementos diferenciales frente al Madrid, empeñado en la arrogancia de su presidente, la chulería de su principal estrella -excepcional jugador por otra parte-, la intolerancia de su entorno periodístico o, simplemente, la urgencia por salir de su inferioridad que le lleva a devorar entrenadores en tiempo record. Y todo esto lo percibe el mundo del futbol, especialmente todos aquellos, aficionados y periodístas, que no simpatizan por unos u otros y que pueden juzgar con distancia.

En resumen, solo hay un CAMPEON, en mayúsculas, y es el Barça.

Como lo es, po cierto, el equipo de basket, magistralmente gobernado por Chichi Creus y dirigido por Xavi Pascual. Han sido los mejores toda la temporada, han jugado el mejor basket del continente, dan un auténtico clínic en defensa (menos puntos encajados, más tapones que nadie) y se adornan en ataque (lideres en porcentajes, mates a raudales). Merecidisimos campeones de todo. Y el modelo es análogo al de fútbol. Y el Madrid cae en los mismos errores -normal cuando el presidente y la prensa son los mismos-, en este caso pensando que el presunto mejor entrenador del mundo, acostumbrado a entrenar equipos hechos a golpe de talonario, capaz de imponer una disciplina de hierro y de devaluar jugadores en un santiamén, sería capaz de derrotar a un equipo como el Barça.

Y lo mejor está por llegar. Lejos de corregir errores, ahora el madridismo clama por Mourinho, el entrenador que mejor encaja con lo que convierte en repulsivo a los merengues. Mientras, Cesc y Villa a punto de fichar por el Barça. Y el Madrid también los quería, por si no se acuerdan algunos. ¿Y aun siguen preguntándose por qué muchos no quieren ir allí?

domingo, 2 de mayo de 2010

EL MEJOR BARÇA DE LA HISTORIA

Estuve tentado de escribir esta entrada el pasado miércoles, tras la eliminación en Champions. Pero mi ADN culé mantiene trazas de épocas pasadas, herencias genéticas de finales de los 70 e inicios de los 80, de ligas pérdidas por secuestros, estrellas rotas por Goicoechea y una funesta final en Sevilla. Por ello, tras la decepción, temía especialmente el partido frente al Vilarreal, probablemente afectado por la avalancha de manifestaciones de apoyo que desde la capital agigantaban las dificultades que el exhausto equipo blaugrana iba a aforntar en La Plana.

Precisamente la reacción es la que me hace concluir que estamos ante el mejor Barça de la historia. Y no solo estadísticamente -que también, gane o no finalmente la Liga-, sino especialmente por su competitividad, por su ambición, por su compromiso con una manera de entender el fútbol que le ha permitido ser referente en todo el mundo como nunca antes.

Es indiscutible que esta temporada el equipo no ha alcanzado los niveles de excelencia futbolística de la temporada pasada. No importa si hemos conseguido no sé cuantos puntos más en la Liga. Esa estadística es irreal, ya que el año pasado, tras el chorreo del Bernabeu (por ese 2-6 también merecería el galardón del título), el equipo, virtual campeón, se dejó ir y cedió derrotas (Mallorca, Osasuna) y empates (Deportivo) para llegar fresco a la batalla final en el coliseo romano. Pero donde no ha llegado el futbol, ha llegado el corazón, en una temporada que, todos los culés lo sabemos, en otra época hubiese sido de autocomplacencia y decepciones.

Me niego a aceptar el razonamiento que desde Madrid señala que si el Barça no gana la Liga cerrará la temporada en blanco. La falacia que indica que las Supercopas de España y Europa y la Intercontinental son títulos de la temporada pasada no se aguanta. Son títulos de la 2009-10. ¿Es que si el At. Madrid gana la Europa League alguien va a atribuirlo a la temporada en que se clasificó para dicha competición? El equipo que ha ganado los 3 títulos es distinto del que conquistó Liga, Copa y Champions. No está Eto y sí Ibra. Está Pedro, y de qué manera. Sylvinho ha cedido el testigo a Maxwell. Milito ha ayudado y Márquez no. Henry no ha estado y Iniesta no ha podido.

Precisamente aquello que hace casi dos años empecé a señalar -plantilla corta de efectivos- ha acabado pasando factura. No tanto en forma de lesiones que, salvo casos concretos (Iniesta especialmente, Abidal a menudo) y momentos puntuales (tras la eliminación copera), han respetado notablemente a la plantilla. El problema ha acabado siendo de falta de efectivos útiles. El cansancio, el stress, la saturación mental, han acabado mermando el rendimiento de diversos jugadores respecto a la temporada pasada.

Y los fichajes, reconozcámoslo, han acabado aportando más bien poco, con Ibra de más a menos, en una incomprensible evolución que lo coloca, a estas alturas de temporada, a los pies de los caballos -si se pierde la Liga, su cabeza será cortada; si se gana, quizá siga, aunque los pitos estarán asegurados desde el primer partido-, Chygrinskyi levantando dudas razonables y lastrado por su coste y Maxwell convertido en el jugador más neutro, aséptico e intrascendente de la historia del club. Se ha evidenciado que Pep es tan brillante como entrenador como discreto -seamos generosos- como fichador.

Pese a todo ello, pese a la dura competencia doméstica del Madrid -amparado en esa pegada espectacular que tantos puntos le da ante rivales menores y que es insuficiente ante el Barça-, de la campaña indecente emprendida por los portavoces del madridismo en forma de villarato, que tanto ha secundado el colectivo arbitral -¿alguien duda quien sería finalista de Copa si el merengue de Pérez Burrull no se hubiera empeñado en clasificar al Sevilla en la ida en el Camp Nou?- y federativo -espectacular anulación de tarjetas de jugadores del Madrid o rivales del Barça (!Kameni!), expediente a Guardiola-, el Barça ha sido capaz de mantener una regularidad envidiable (1 derrota en Liga (At. Madrid, como siempre), 1 en Copa (Sevilla) y 2 en Champions (Rubin Kazan e Inter)) y una competitividad a prueba de bomba.

Los equipos que antes ganaron una Champions (Dream Team y Barça de Rikjaard) fueron capaces de repetir la Liga en la temporada siguiente. El Pep Team puede conseguirlo también. O no, quien sabe. Pero es seguro que aquellos excelentes equipos fueron incapaces de hacerse con la Intercontinental y, peor todavía, fueron eliminados en octavos en Champions -cual mediocre Madrid- ante CSKA Moscú y Liverpool respectivamente, confirmando la dificultad de mantener la intensidad tras la gloria.

Ese es el factor diferencial. Una vez más creo que el gran mérito es de Guardiola. Conocedor como nadie de la mentalidad del club y su entorno, sabedor que la temporada posterior a los triunfos es compleja, que al Barça siempre le ha faltado el instinto ganador que inspira grandes dinastías, que la natural tendencia autodestructiva se traduce en inestabilidad, el míster ha sabido unir al vestuario y convencerlo de la necesidad de perseverar en la victoria, en hacer historia, de trascender a los anales del barcelonismo para hacerlo en los del futbol mundial. Y ha arrastrado como nunca a la afición, identificada con su equipo, creyéndolo, con fundamento, capaz de todo. Y el haberlo conseguido lo convierte en el mejor entrenador de la historia del Barça, al frente del mejor Barça de la historia.

Y, acabe como acabe esta, la próxima temporada será aun más difícil. Y con elecciones de por medio. Y con el madridismo, el único que puede acabar en blanco, montando la enésima campaña propagandística para recobrar la hegemonía que jamás pensaron perder. La que nos espera. CARPE DIEM.