Pasó el voto de censura y se constató lo que se intuía pero no acababa de estar cuantificado: Laporta se ha convertido en un personaje inaguantable para la mayor parte del barcelonismo, hasta el punto de convertirse en un presidente ya amortizado. Afronta, si alguien no consigue que recupere el seny, sus dos últimos años de mandato sumido en el absoluto descrédito, sin ninguna credibilidad a los ojos de la afición y de la mayor parte de la prensa, preso de sus actitudes altivas y desafiantes, sin atisbo de autocrítica...
Basta escuchar sus declaraciones atribuyéndose los votos de los abstencionistas para constatar una vez más lo contradictorio de su mensaje: él, que se negó a convocar elecciones cuando era preceptivo, obligado a apelar a los estatutos para aferrarse al cargo; él, que exigía a Núñez la dimisión si tenía un 40% de los votantes en contra, barrido por una mayoría del 60%; él, que simbolizaba el foc nou, a punto de arder simbólicamente en la hoguera encendida con sus discursos incendiarios...
En definitiva, Laporta es un presidente descontado, sin futuro, con la imagen por los suelos, hazmerreir de los rivales (cuando en Madrid se corea “!Laporta quédate!”...) y vergüenza para muchos culés. Y lo peor es que a casi nadie le importa nada más que derribar a Laporta, cual estatua de dictadorzuelo tercermundista, pues nada puede esperarse ya de alguien que tiene fecha de caducidad cierta -aunque anticipable- y que se convierte desde ahora, por méritos propios, en el chivo expiatorio contra el que irán dirigidos todos los golpes.
Pero como como el orgullo de Jan es infinito, como los que han votado en su contra son víctimas de los embaucadores que conspiran contra sus tesis, seguirá en su poltrona, dando lecciones de política (cansa ya el Visca Catalunya Lliure cuando no sirve para nada más que para enfrentar), de teatro (triste aprendiz de actor, imitador de pacotilla de su enemigo eterno Núñez, con sus impostadas lagrimillas), de economía por boca de Soriano (curiosamente se regala a Deco por 10 millones de euros al Chelsea, club multimillonario por excelencia que acaba de pagar 20 por Bosingwa -que levante la mano quien le hayavisto jugar-, justamente el 30 de junio, último día del ejercicio contable, para declarar a continuación un beneficio de !10 millones de euros! y así no tener que avalar)...y lo que viene puede predecirse fácilmente: desde ahora, cualquier aparición pública de Laporta irá acompañada de una sinfonía de pitos y descalificaciones (!al loro, que les has regalado dos Ligas al Madrid! será la más suave) y, lo que es peor, el Nou Camp se convertirá en el coliseo donde condenar sus errores a través de pañoladas contra el equipo a la primera que se tuerzan los resultados.
La posición de Guardiola queda muy comprometida. Aunque se tache al socio crítico con Laporta de antibarcelonista -ya lo hacía Núñez en su época-, todos queremos que el equipo de fútbol gane siempre, todos los partidos, jugando bonito (!cuanto daño nos hizo la puñetera campaña del “jogo bonito” de Nike), goleando, siendo un referente a nivel mundial. Nada nuevo bajo el sol. Pero si las cosas se tuercen -ni pensar quiero en la previa de Champions-, si el Madrid de Cristiano Ronaldo toma ventaja en las primeras jornadas, Pep estará solo ante el peligro. Laporta y Txiki seguirán eludiendo responsabilidades -aquello de las notas a final de curso puede hacerse este año inacabable- y aflorarán de nuevo todas las dudas sobre su experiencia, su capacidad para dirigir con carácter y mano dura un vestuario donde siguen demasiados jugadores de la última temporada -por acción u omisión-, todas esas dudas que ahora el culé oculta tras un manto de ilusión, de pensar que nada puede ir deportivamente peor que en los dos últimos años. Y si el Nou Camp estalla y decide pasarse la temporada debatiéndose entre la deserción y el pañuelo, Guardiola será quemado, perdiéndose un proyecto ilusionante de entrenador.
Y la verdad es que, en el fondo, creo que la mayoría de socios no juzgan negativamente la mayor parte de la gestión de la directiva encabezada por Laporta. Pese a algunas decisiones cuestionables -más si cabe por la política de silencio del club-, pocos socios pueden dejar de sentirse orgullosos cuando perciben que la marca Barça se ha convertido en universal, cuando la situación económica permite fichar caro y vender regalado sin demasiados complejos, cuando se nos regaló con un equipo que, además de ganar títulos, provocó el éxtasis en forma de seguidores merengues aplaudiendo rendidos a nuestra superioridad... el problema radica en que pocos aguantan ya al presidente, devorado por su afan de protagonismo, por su prepotencia, por su palabrería, por su inacción ante la decadencia del vestuario, por su genuflexión ante Cruyff, por sus salidas de tono. En definitiva, Laporta se ha cargado su propia gestión. Y ya no tiene retorno. Las urnas le han sentenciado, da igual si legitimamente puede seguir -que puede-, su tiempo ha pasado.
Y quedan dos opciones: dimitir y convocar elecciones -en unas semanas, después de cerrar las plantillas, dejando la temporada planificada- o dimitir y abdicar en algunos de sus directivos -con la esperanza que se rebaje la tensión y cambien las formas hasta las elecciones dentro de dos años-. Pero el único que no puede seguir es Laporta.
Conclusión: passats els millors anys de la seva vida, solament ens queda que la Constanza -o la que sigui- se´l emporti a jugar a golf amb en Johan...
jueves, 10 de julio de 2008
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