Hace unos días, tras victoria liguera frente al Sporting de Gijón, Cruyff, el oráculo infalible -ya que básicamente suele lanzar una tesis y la contraria de forma simultanea, de modo que siempre puede concluir, pasado el tiempo, que él ya lo avisó- señaló que la actitud del equipo no había sido la adecuada. Sonaba a una más de sus opiniones en contra de la opinión general.
Han pasado ya 20 días desde aquel partido, dos jornadas más de Liga saldadas positivamente frente a Getafe y Atlético de Madrid y debut en la Champions ante el rival más cualificado (Inter). Tras el enésimo partido plagado de goles ante los colchoneros, empiezo a albergar dudas sobre el equipo y su actitud. Las declaraciones post-partido de Guardiola me ratificaron esa impresión. Sabido es el mister jamás critica a sus hombres en público. Es más, estoy convencido que los reprende en el vestuario como cualquier otro entrenador, quizá con menor vehemencia y mayor poesia, pero bronca al fin y al cabo cuando toca. Pero con el pacto sagrado de no criticarlos jamás en público, situación que los pondría a los pies de los caballos (prensa y afición) y los convertiría en chivo expiatorio de las derrotas. Pero respetando ese principio, a Pep se le entendió todo: alabanza por el esfuerzo pero exceso de prisa en el ataque (=incumplimiento de las premisas tácticas), demasiadas idas y vueltas (=falta de control), alabanzas al contrario (pase que alabe a Forlan y el Kun, pero definir a Simao -a estas alturas-, Jurado -todo por demostrar- y Assunçao -¿?- como jugadores de primer nivel mundial suena exagerado = cualquiera nos puede ganar)... Toque de atención velado, revestido de elegancia para no dañar la imagen del equipo.
Puede resultar exagerado, enfermizo si se quiere, dudar a estas alturas. El equipo tricampeón ha empezado la campaña mejor si cabe -en cuanto a resultados- que la anterior (2 victorias ligueras por una derrota y un empate, títulos de las Supercopas y empate dominador en el Giuseppe Meazza), es cierto. En otros pagos bastaría para elevar a los altares al equipo como mejor equipo de la historia y a sus jugadores como los mejores del mundo. De hecho, ya lo hacen con bastante menos. No se si me he malacostumbrado. Nos han dado mucho caviar y no nos conformamos con menos. Los 5 goles de ayer me dejaron un regusto agridulce. El equipo mostró una altísima eficacia, algo, por otra parte, bastante inusual en un colectivo amante de rizar el rizo hasta entrar en la portería contraria a golpe de taconazo, tuneles por doquier y adornos incomparables. El resultado es inatacable. Las cifras (9 de 9, 10 goles a favor y 2 en contra), también. Pero empiezo a tener sensaciones extrañas. Las cosas nos van de cara (!goles a balón parado! ante el Sporting, postes del Getafe con 0-0, marcador a favor ante los del Manzanares a los 2 minutos), pero advierto síntomas que me recuerdan al Barça de la temporada 2006-07, la 4ª de Rikjaard, la posterior a la Liga y Champions de Ronaldinho y cía.. Ya se que es un sacrilegio, pero...
Aquella temporada la iniciamos barriendo a los pericos en la Supercopa de España, nos estrellamos en Monaco ante el Sevilla pero tomamos el liderato en la Liga. En la 1ª vuelta el equipo se mantuvo al frente de la clasificación, jugando con menor brillantez que el año anterior pero agarrándose a los fogonazos de sus estrellas y al respeto que infundía a sus rivales. La derrota en la Intercontinental fue el detonante que nos empujó a una pendiente sin freno que acabó con la Liga regalada al peor Madrid en muchos años.
Sobre el papel estamos mejor. No solo por haber ganado la Supercopa europea, sino, sobre todo, por que el entrenador se empeña en recordar a todo el mundo que nada esta hecho, que esta temporada es la más difícil, que la exigencia es máxima. Pero el entorno (socios, prensa) sigue/seguimos eufórico/s, en la nube en la que nos dejó el insuperable mes de mayo de 2009, aquel que nos permitirá, futbolísticamente, morirnos en paz tras haber disfrutado de la secuencia de triunfos soñada.
Pero, sin ánimos de ejercer de culé pesimista, intuyo que algo no acaba de funcionar. La presión del trio atacante no existe -cuando Pep alaba el trabajo de los puntas está evitando que se le pregunte al respecto-, el rival puede llevar el balón cómodamente hasta su centro del campo y la recuperación se produce en nuestra zona defensiva, mucho más lejos del marco ríval y con poca capacidad de sorpresa. Hay jugadores inadaptados (Ibra, pese a sus goles, apenas interviene en el juego; Maxwell hace a Abidal titular indiscutible; Chigrinsky, aunque transmite calma, requiere de mayor conocimiento de los mecanismos defensivos del equipo), otros fuera de forma (Iniesta tierno -el 2º gol del Atlético nace de un balón aereo que le envia Valdés y que no hace ni mención de disputar; Marquez, recien reaparecido) y alguno más en retroceso respecto al año pasado (Henry empieza a parecerse peligrosamente al de hace dos temporadas, quejándose con gesticulacionies excesivas si no le envían pelotas al espacio y aplicando luego la ley del mínimo esfuerzo para ir a buscarlas; Busquets, empeñado en que no haya discusión sobre la jerarquía de Touré en el mediocentro defensivo; ¿le bajarán la ficha al de Badia ahora que su rendimiento va a menos partido a partido?).
Dicho esto, el equipo sigue ganando. Normal. Tiene cracks indiscutibles que siguen a su nivel (Messi, Xavi, Piqué, Alves, Puyol, Valdés), jugadores que con sus apariciones colaboran (Keita -mejorado respecto al curso pasado-, el mismo Ibra, Pedro) y, sobre todo, tiene algo impagable: el RESPETO, INTIMIDACIÓN, MIEDO, PAVOR, PÁNICO, llamémosle como queramos, que provoca en los rivales. Estos salen convencidos de la derrota. Su principal objetivo es el empate y, en su defecto, una derrota honrosa. El objetivo, evitar la humillación. No pocos equipos han sido estrellas invitadas pasivas de videos que dan la vuelta al mundo con los highlights del equipo más espectacular que el mundo del fútbol ha visto -salvo en la dimensión paralela que vive el Madrid de las fantasías-. Y por ello aspiran a poco más.
El equipo tiene mucho margen de mejora, especialmente si los jugadores aun inadaptados o fuera de forma regresan. Pero hará falta algo más. Básicamente recuperar el espíritu de sacrificio que caracterizó el Pep Team 2008-09. Los rivales nos temen por como jugábamos. No podemos levantar el pie del acelerador, no podemos dejar las cosas simplemente a la inspiración. Si lo hacemos seguiremos ganando partidos pero no trofeos. La línea entre un buen equipo y un equipo colosal está en el sacrificio y la solidaridad en el esfuerzo, en la anteposición del colectivo a los egos personales. Si lo fiamos todo al qué buenos somos, acabaremos pinchando... y Johan tendrá razón.
lunes, 21 de septiembre de 2009
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