
Espectáculo impagable el que ofrece el Madrid últimamente. La eliminación frente al Olympique, al que ningunearon en un alarde de prepotencia tan jaleado en los madriles como provocador para los rivales, llenó de gozo al universo futbolístico. No es cuestión de ser culé para felicitarse, alegrarse, regodearse, regocijarse o cualquier otro sinónimo que pueda encontrarse. Basta con ser simplemente aficionado al fútbol para desdeñar los métodos desestabilizadores utilizados para fichar jugadores, el desprecio de la prensa pagada por Florentino a los rivales -trasladado a los miembros más descerebrados del vestuario blanco-, la arrogancia sobre el cesped de su teórica -estamos en marzo y ya ha perdido el Balón de Oro- estrella, y la pobreza de su apuesta futbolística -ahí les duele, por más goles que marquen, la comparación con el Barça-.
Y es que este Madrid sigue ofreciendo grandes jornadas de gloria que ayudan a que los barcelonistas sobrellevemos con más tranquilidad las dudas que se acrecientan sobre la solvencia del equipo esta temporada. Pese a ello no debemos olvidar que los puntos flacos del Barça se evidencian conforme avanza el curso hasta poner en duda la posibilidad de repetir alguno de los trofeos grandes en juego. A la archirrepetida y no por ello menos cierta cortedad -en número- de la plantilla se une la ausencia de alguna de las teóricas estrellas (Henry), la inexplicable desadaptación de otra (Ibra), el rendimiento por debajo de lo esperado de algunos (Marquez, Touré, incluso Iniesta por su discontinuidad en la brillantez), lo dudoso de los fichajes (Maxwell ni fu ni fa y Chygrinskyi con todo por demostrar) y, sin duda, el impacto del Villarato en el criterio arbitral en las últimas semanas. Todo ello nos ha hecho dudar.
Por ello creo que una de las claves para la recuperación del Barça pasa por profundizar en la crisis merengue. Y dado que para el partido del Bernabeu, ocasión ideal para que afloren los fantasmas que desde el año pasado vagan por el feudo blanco, faltan unos cuantos partidos, la mejor arma es, sin duda, la continuidad blaugrana en la Champions.
Cada partido jugado, cada eliminatoria superada, cada sorteo en viernes, cada previa, cada acorde del hipnótico himno del torneo supone una puñalada en el vientre del rival malherido. Cada golpe asestado simplemente con la continuidad en la liza, aproximándonos lenta pero inexorablemente a la Final, a su final, a la de Espe, Aznar y Florentino, a la de la décima, provocará movimientos sísmicos en los despachos del Bernabeu.
Y ello se trasladará inmediatamente, a través de los asalariados disfrazados de periodistas de Marca, en campañas de acoso y derribo contra el entrenador -ya iniciada-, de busqueda de cabezas de turco en la plantilla -increible la de culpabilización de Higuain, que por cierto no acepta la oferta de renovación del presidente, sazonada con la desazón del chupón egoista por excelencia (CR9) por el individualismo del Pipita-, de fichajes de entrenadores (desde la eliminación ya tenemos a Mourinho, Benítez, Cesc, Silva, Rooney, Silva, Navas, Ribery) y, curiosamente, de silencio sobre los fichajes presidenciales con rendimiento ínfimo (Kaka y Benzema).
El Barça debe aprovechar la barcelonitis aguda que se ha instalado en Madrid. Los 6 títulos escuecen y sus fracasos no hacen más que echar sal en la herida supurante. No aceptan que los cracks azulgrana sean intocables -no quedan Figos que comprar-, que en Europa los odien -ni ADN ni leches-, que los millones no compren títulos (3 de 20, gran marca del ser superior)...
Y, encima, en basket se les avecina otro chorreo en la Euroliga. Gracias, Madrid, por alegrarnos los días.
Y es que este Madrid sigue ofreciendo grandes jornadas de gloria que ayudan a que los barcelonistas sobrellevemos con más tranquilidad las dudas que se acrecientan sobre la solvencia del equipo esta temporada. Pese a ello no debemos olvidar que los puntos flacos del Barça se evidencian conforme avanza el curso hasta poner en duda la posibilidad de repetir alguno de los trofeos grandes en juego. A la archirrepetida y no por ello menos cierta cortedad -en número- de la plantilla se une la ausencia de alguna de las teóricas estrellas (Henry), la inexplicable desadaptación de otra (Ibra), el rendimiento por debajo de lo esperado de algunos (Marquez, Touré, incluso Iniesta por su discontinuidad en la brillantez), lo dudoso de los fichajes (Maxwell ni fu ni fa y Chygrinskyi con todo por demostrar) y, sin duda, el impacto del Villarato en el criterio arbitral en las últimas semanas. Todo ello nos ha hecho dudar.
Por ello creo que una de las claves para la recuperación del Barça pasa por profundizar en la crisis merengue. Y dado que para el partido del Bernabeu, ocasión ideal para que afloren los fantasmas que desde el año pasado vagan por el feudo blanco, faltan unos cuantos partidos, la mejor arma es, sin duda, la continuidad blaugrana en la Champions.
Cada partido jugado, cada eliminatoria superada, cada sorteo en viernes, cada previa, cada acorde del hipnótico himno del torneo supone una puñalada en el vientre del rival malherido. Cada golpe asestado simplemente con la continuidad en la liza, aproximándonos lenta pero inexorablemente a la Final, a su final, a la de Espe, Aznar y Florentino, a la de la décima, provocará movimientos sísmicos en los despachos del Bernabeu.
Y ello se trasladará inmediatamente, a través de los asalariados disfrazados de periodistas de Marca, en campañas de acoso y derribo contra el entrenador -ya iniciada-, de busqueda de cabezas de turco en la plantilla -increible la de culpabilización de Higuain, que por cierto no acepta la oferta de renovación del presidente, sazonada con la desazón del chupón egoista por excelencia (CR9) por el individualismo del Pipita-, de fichajes de entrenadores (desde la eliminación ya tenemos a Mourinho, Benítez, Cesc, Silva, Rooney, Silva, Navas, Ribery) y, curiosamente, de silencio sobre los fichajes presidenciales con rendimiento ínfimo (Kaka y Benzema).
El Barça debe aprovechar la barcelonitis aguda que se ha instalado en Madrid. Los 6 títulos escuecen y sus fracasos no hacen más que echar sal en la herida supurante. No aceptan que los cracks azulgrana sean intocables -no quedan Figos que comprar-, que en Europa los odien -ni ADN ni leches-, que los millones no compren títulos (3 de 20, gran marca del ser superior)...
Y, encima, en basket se les avecina otro chorreo en la Euroliga. Gracias, Madrid, por alegrarnos los días.


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