miércoles, 31 de marzo de 2010

LAPORTA, ESE ESPERPENTO

Y es que este hombre nunca aprenderá!
Sus delirios de grandeza, su aura mesiánica, su egolatría desproporcionada amenazan con acabar convirtiendo al presidente del mejor Barça de la historia, futbolísticamente hablando, en una parodia actualizada del célebre Nuñito de la Calzada o su versión balbuceante del actual Crakovia. Sus últimas actuaciones, en el contexto de la precampaña a la poltrona culé, esa a la que tanto ama y de la que tanto le cuesta despegarse, son propias de vodevil.

Más allá del lamentable posicionamiento electoralista de alguien que aun ostenta la representatividad de todos los barcelonistas, del ridículo por el apoyo a Godall -hombre de paja destinado a ceder el poder al impopular, por impresentable, Sala i Martín, auténtico alter ego de Laporta- para luego retirarselo en favor del antes vituperado Ferrer, o del incalificable nombramiento como presidente honorífico de Cruyff, resulta preocupante el empecinamiento de Jan en mantener el control del club.

Lejos de la generosidad de los grandes líderes, Laporta ansia seguir gobernando después de muerto -es una manera de hablar-, con Oliver como DG-espia y directivos sumisos sometidos a Sala i Martín, correa de transmisión del presidente en la sombra -el propio Laporta, of course-. Solo de esta manera puede entenderse su enfermiza obsesión por la figura de Sandro Rosell o su resentimiento visceral hacia Ferran Soriano, auténticos rivales en la carrera electoral y, mucho más peligroso para Laporta, conocedores en mayor o menor medida de los turbios manejos presidenciales para su propio beneficio.

Por que en el fondo Laporta quiere perpetuarse en el poder, seguir haciendo negocios al amparo de la influencia que proporciona su status presidencial, aprovechar el tirón popular para promocionar su carrera política, divertirse desenfrenadamente en Luz de Gas rodeado de mujeres... y todo ello quedará en poco más que nada si no consigue que uno de los suyos presida el palco azulgrana. Si no es así, la figura de Laporta acabará convertida en objeto de chanza, habiendo cansado al socio culé con sus formas, abandonado por aquellos que se le acercan en busca de hacer negocios, arrinconado por los partidos políticos, deslegitimado por las urnas, y sin admiradoras, unas interesadas y otras pagadas...

Por todo ello Jan emprende la huida adelante definitiva, arremete contra todo y contra todos y se mete a escritor, reflexionando sobre el precio que para sus hijos ha supuesto su dedicación al Barça. Honestamente, creo que si hubiese pensado una sola vez en ellos hace tiempo que hubiese abandonado el club. Pero es incapaz de sustraerse de la erótica del poder, de pasar de abogado del montón a codearse con políticos -ansiosos de la foto, no de acompañarle, aunque él ni se entera-, periodistas -toda la contención verbal que pone Guardiola es incontinencia de Laporta-, intermediarios -pim, pam, comisiones vienen, comisiones van- y aves nocturnas.

Tristemente el que podía pasar como el mejor presidente de la historia del Barça quedará como el presidente del mejor Barça de la historia, que no es poco pero, evidentemente, tampoco es lo mismo. Y aunque él quiera verlo de otra manera, el auténtico símbolo del mejor Barça no es otro que Guardiola. Él es quien encarna todos los valores positivos que intenta transmitir el club, quien los traduce en la conducta que impone a sus jugadores, en el respeto por todos -bueno, casi todos, siempre hay una incalificable subespecie que solo sirve para dar color y polémica al fútbol– en las ruedas de prensa, en la solidaridad con rivales. Y el contraste entre Jan y Pep resulta sonrojante, hasta el punto que para cualquier cargo para el que pueda postularse Laporta siempre se nos aparecerá Guardiola como candidato infinitamente más capacitado, más pragmático, más lúcido, más dotado... excepto uno: el de muñeco del guiñol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tienes razón en la mayoría de tus comentarios, pero a día de hoy la triste conclusión es que la campaña se está empañando. Y se empaña tanto por las acciones de Laporta como por las omisiones de Rosell y Ferrer. ¿Que no tienen nada que decir, especialmente Rosell, con una acusación tan clara y directa que de ser cierta, lo invalidaría como persona digna de dirigir el barcelonismo?
¿Que no tiene nada que decir Ferrer, que ha sido tesorero y por tanto conocedor de las operaciones económicas reales o posibles?
La dinámica que está llevando este proceso es perversa. Sólo existen dos opciones, la continuista y la del cambio resentido y elitista.
Me niego a pensar que sólo puedo elegir entre lo malo conocido y lo malo por conocer (aunque no será por el bombo que le dan algunos medios ajenos y propios a Rosell).
El Barça merece algo más y tal como está el panorama prefiero a un candidato que me de solvencia, seriedad, cohesión del club, y me inspire respeto. Hoy por hoy, dentro de lo que hay el que más se parece a eso es Benedito.
Jordi