Se celebró el clásico y el Madrid queda a 12. El pasillo en el Bernabeu está más cerca.Pese a que el resultado, más corto de lo previsto, deja una cierta sensación de insuficiencia por parte blaugrana, lo único cierto es que el partido del Camp Nou confirmó las distancias futbolísticas entre unos y otros.
El Barça fue víctima esencialmente de la ansiedad que, desde el público a la prensa, exigía una goleada vengadora. Pese a que Pep lo intentó toda la semana, no logró liberar al equipo de la presión, de la exigencia de ganar y golear, de arrasar al rival. Lo que no se ha exigido en toda la temporada -la goleada segura-, se convirtió en una necesidad más que en un premio. Ello redundó en que, con el paso de los minutos, la sensación de que el resultado no era el esperado se fuese adueñando de todos los estamentos culés.
Al margen de ello, dos factores se añadieron para dificultar las cosas. En primer lugar, una tendencia repetida a desarrollar los ataques por el centro, en parte provocado por la renuncia del Madrid a presionar las subidas frontales de Puyol y Touré, en parte por la excesiva tendencia ayer de Messi de tirar diagonales, sin desdoblar la banda Alves -al menos en la primera mitad-, y en generar del abuso del juego en corto y de conducción. En segundo lugar, el estado del terreno, mojado, algo resbaladizo, restó precisión a los movimientos en espacios reducidos, donde el virtuosismo es condición requerida para la culminación de las combinaciones.
Todo ello, sin embargo, se pudo superar por la fe del equipo en sus posibilidades. Pese a que el tiempo corría en contra difuminando la posibilidad del baño de goles, que los sustos proporcionados por el Madrid hicieron dudar por momentos al equipo -en el último tramo de la primera mitad- o que Eto´o fallase el penalty que parecía destinado a desencallar el partido, este Barça se caracteriza, a diferencia de tiempos no muy lejanos, por su perseverancia,
por su hambre. Hasta Henry parece resucitado, Eto´o jamás desfallece, Alves no para y Puyol está en todas partes, incluso donde no se le espera. Y de este modo, pese a todo, el Barça acabó cumpliendo con los pronósticos, superando a un Madrid que soñó con la hazaña de salir imbatido de Barcelona.Y es que este Madrid miserable puede sentirse muy satisfecho del partido. Consiguió evitar el bochorno de la goleada, que no es poco. Al margen de las connotaciones emocionales de un Barça-Madrid, el equipo merengue se mostró vulgar en lo futbolístico, comparable en su planteamiento táctico al que en su día utilizaron Numancia, Español o Getafe, abusando hasta la saciedad del juego duro sobre Messi, perdiendo el tiempo desde el primer minuto, encomendándose a un portero salvador -ayer sí Casillas fue providencial, mucho más que Valdés, pa
ra evitar la goleada- y limitándose a esporádicas contras. Es cierto que el Madrid llegaba diezmado por las lesiones, lo que no deja de ser gracioso en el club con el mayor presupuesto de la Liga y confirma la deficiente planificación de la plantilla. Pero la imagen, más allá de la apelación al orgullo y la raza -atributo por otra parte ya instalado en el código genético madridista-, fue de equipo pequeño y limitado, sin otro recurso que el cerrojazo defensivo y la dureza, de la defensa casi numantina y el contragolpe a ver si suena la flauta -espléndido, esta vez sí, Valdés-. Por que el Madrid tenía poco a perder. El paso de los minutos le beneficiaba al hacer inviable la goleada y cualquier derrota corta sería interpretada como el inicio de su despegue. Pues bien, si esto es a lo que aspiran, que lo celebren. A 12...PS: Espero que todos los medios de comunicación que hace años pusieron el grito en el cielo por unas peinetas de Giovani en el Bernabeu hasta conseguir una sanción clamarán ahora por idéntico castigo para Casillas por sus insultos y corte de mangas incorporado. ¿O quizá el hecho de ser “poco odioso” para los rivales hará que no se le tenga en cuenta su conducta antideportiva...?


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