Cayó el primer título. De manera incontestable, rotunda, inapelable. Siendo fieles al estilo que Guardiola ha impuesto desde el primer día. Al ataque, llevando la iniciativa, con voracidad. Se ha escrito ya mucho ensalzando al Barça de Guardiola, pero algunos pequeños detalles han pasado por alto a la mayoría.
Y es que después de los últimos tres grandes partidos (goleada al Madrid, empate en Stamford Bridge y victoria en la final copera) he descubierto algo: el Barça se aburre en su superioridad. Harto de golear, de primeras partes primorosas con cuatro o cinco goles, ha ido perfeccionando su guión. En los últimos partidos, los más importantes de la temporada por otra parte, ha ido un poco más allá en su interpretación: ha concedido, de entrada, en los primeros minutos, un gol de ventaja a los rivales. Y después, a por ellos. En Madrid, con todo el entorno mediático nacional volcado en la gran remontada, gol de Higuaín y los merengues soñando con darle la vuelta al goal-average. Respuesta: tres goles seguidos, paseo militar, baño, chorreo, 2-6 y liga finiquitada. En Londres, gol de Essien y eliminatoria en franquicia para los de Hiddink. Tras jugar en el filo de navaja, con diez y el árbitro de aliado -todo lo contrario que en el partido de ida-, gol en el último suspiro y a la final de Roma. Y en Mestalla, con inferioridad numérica en las gradas y con un ambiente general que parecía otorgar el título a los bilbainos con carácter previo al partido, como si fuesen los únicos en merecerlo -brillante Guardiola en sus declaraciones-, tras el gol inicial del inclasificable Toquero, tras dejar al Athletic soñar con el título, empate al descanso y vendaval de fútbol, rondo infinito, furia desbocada con el gol como objetivo, 4-1 y rey de copas. El único rey ovacionado de la noche.
En lo que se refiere a la Liga, el guionista merece el Oscar en la categoría de cine de suspense. Toda la emoción que se fue dando a la Liga con la racha del RM, la campaña de humo preveyendo el despeñe culé, el canguelo y tantas y tantas sandeces formaban parte de un guión preestablecido.
Imaginemos por un momento el que hubiese sido el desenlace previsible: un Barça regular, casi imbatible, hubiese mantenido una distancia cómoda durante la temporada ante un Madrid voluntarioso pero limitado técnicamente. Los esfuerzos suplementarios de los culés, traducidos en rotaciones, hubiesen provocado alguna que otra derrota más, frente a un Madrid incapaz de bajar la barrera de los 10 puntos. En el Bernabeu, partido prácticamente de trámite, con el único aliciente de ver si el Barça, ganando, pudiera proclamarse campeón. El Madrid, herido en su orgullo, saca su proverbial raza, vence (2-0, 2-1, 3-1) a su rival, se pone a 7, se vanagloria de la victoria y acaba dignamente la Liga a 5-6-7 puntos de un Barça sólido.
Frente a ello, que era lo que imaginabamos justo después de la victoria ante los de Juande en aquel partido de patadas y agua en que los dejamos a 12 puntos, máxima intriga. Un Barça demoledor, con un pequeño bache de tres jornadas, frente a un Madrid increible, tan rácano en fútbol como eficaz en resultados, recortando puntos con dificultad, sí, pero con máximo empeño, para llegar al clásico a 4 puntos. ¿Y qué ocurre entonces? El golpe de efecto, el desenlace teatral. El Barça arrasa en Chamartín, golea como nunca antes a su rival, deja un resultado para la memoria histórica de unos y otros, humilla a jugadores y, sobre todo, a la prensa madrileña, y acaba la jornada a 7 puntos, para, tranquilamente, proclamarse campeón con la mente puesta en las otras finales.
El resultado, el mismo: el Barça saliendo del Bernabeu con 7 puntos de ventaja y campeón poco después. Pero con un formato mucho más emocionante y un final, sin duda, de los que se recordarán. Hace unos meses dije en este blog que el auténtico Dios, por hacedor de milagros, es Guardiola. No sé si es también suyo el guion de la película de esta Liga, pero como si lo fuera.
Y para acabar, una referencia a la final de la Champions. El Barça solo la gana cuando su fútbol es el mejor, reconocido por todos (Dream Team en 1992, el Barça de Ronaldinho en 2006-. Y cuando además cuenta con la diosa Fortuna de su lado -Kaiserlautern, Chelsea-. Por todo ello, pese a las desventuras en forma de lesiones y sanciones que han ido a acumularse al final de temporada, el Barça ganará la final. Sin duda. Aunque no lo hiciera, la temporada habría sido maravillosa. Pero el Barça, pese al gol inicial de CR7, volteará el partido, algún desheredado del equipo se erigirá en protagonista inesperado (¿gol de Hleb en el tiempo de descuento?), algún hecho insólito se producirá (¿hat trick de Iniesta?) o alguna desgracia se abatirá sobre los pérfidos ingleses (¿árbitro comrpado?), y el triplete al saco.
Y para acabar: ¿A alguien le sobra una entrada para Roma...?
viernes, 15 de mayo de 2009
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