lunes, 13 de septiembre de 2010
¿SOLO UN ACCIDENTE?
Hace dos temporadas, la más gloriosa de la historia culé, el Barça arrancó la era Guardiola con derrota ante otro recién ascendido (Numancia) y empate en el Camp Nou ante un flojo Racing. Muchos cuestionamos al míster, a los jugadores, a la imprudencia de Laporta por darle la responsabilidad a un filósofo -gracias Ibra por tu mayor aportación, curiosamente lingüística, a la historia del club- sin experiencia. Y el tiempo nos puso a todos, a la gran mayoría de la masa blaugrana, entorno incluido, en nuestro sitio. Por tanto, el batacazo contra los alicantinos es, esencialmente, eso. Un accidente, tres puntos al carajo. Punto y seguido.
No obstante, el partido me dejó algunas sensaciones desagradables, algo indeterminadas. Un poco deja vu. Tras vapulear al Sevilla en la Supercopa recordé lo ocurrido con el Barça de Rijkaard tras pasar por encima de los pericos en la edición inmediatamente siguiente a la temporada de Liga y Champions de Paris. Aquella temporada empezó como acabó la anterior pero el equipo entró en una deriva de autocomplacencia que llevó a su descomposición. Como culé sufridor casi prefiero no ganar la Supercopa de forma sobrada, no sea que nos confiemos.
Frente al Hercules empecé a sudar. Hacía calor, es verdad. El horario infantil tiene estos inconvenientes. Pero creo que fue el recuerdo de nuestra histórica capacidad de repetir errores lo que me angustiaba. Necesito decirlo, expulsar este alien de mi mente para conjurar la posibilidad de estar en lo cierto. Leo que Guardiola no duda del equipo, que los ve entrenar y que se siente seguro de su respuesta. Pues yo también. Me quito de la cabeza esta teoría extraña que enlaza Supercopas espectaculares con años decadentes. Delirios de culé.
Ahora bien, no puedo dejar de opinar que ante el Hercules vi al peor Piqué desde que juega en el Barça, a Bojan volviendo a su mediocre realidad -esa de la que pareció salir los cuatro últimos partidos de la pasada liga-, a un Messi desaparecido y un punto indolente, a un equipo cuyo único recurso en la segunda parte fue buscar al siempre dinámico Pedro, a una defensa convertida en coladero cuando desapareció la figura del medio-centro defensivo (esa posición denostada por el snobismo culé de nuevo cuño que abomina de cualquier jugador con predominio del juego destructivo-defensivo-agresivo) con el cambio de Mascherano, a unos nuevos (especialmente Adriano y el propio Masche) que, más allá del resultado, apuntaron capacidad de intergrarse en el equipo sin problemas, a un Valdés majestuoso cuyas intervenciones ayer quedarán en segundo plano por la derrota... Y a un entrenador que, ayer sí, fue superado en buena lid por su rival. El Boqueron plantó bien organizado a su equipo pero no renunció a salir a la contra cuando pudo, intentándolo hacer con criterio. Cierto es que sus dos primeras llegadas al área del Barça pusieron el 0-2 en el marcador. Pero no es menos cierto que hasta ese momento las ocasiones locales habían sido escasas y, cuando claras, malogradas por Bojan a un metro de la línea, en fallos clamorosos que hubiesen generado el descabello de aquel sueco que hace poco recibía todas las criticas de la culerada. Y después la impotencia absoluta para abrir la lata. Para olvidar.
En todo caso, nos quedamos en que fue sólo un accidente. Mejor que sea así... aunque ahora nos toca visitar el Calderón, donde Forlán nos marcará como siempre y estaremos a cuatro de los merengues. Ya vuelvo a pecar de pesimismo, lo siento...
sábado, 21 de agosto de 2010
PEP SE EQUIVOCA
Pasada la resaca mundialista e iniciada la temporada oficial con la disputa de la ida de la Supercopa, es hora de empezar a valorar el planteamiento del primer proyecto culé bajo el mandato Rosell.La sensación que se transmite hasta la fecha es que falta sintonía entre Guardiola y la nueva directiva. Se ha dicho por activa y por pasiva que el nombramiento del director/secretario técnico iba a estar condicionada a la aceptación del mismo por Pep. Soberana muestra de incoherencia, por cierto. Si el mister decide marcharse a final de temporada, ¿se le permitirá al nuevo entrenador decidir el nombre de su superior jerárquico? En todo caso, tenemos a Zubizarreta, un personaje de perfil serio, con escaso protagonismo mediático y del que se afirma que siempre ha tenido ascendencia sobre Guardiola, ya desde la época en que ambos compartieron vestuario con Cruyff.
Pese a ello y aunque unos y otros lo nieguen, no puedo dejar de percibir un desencuentro latente entre la posición del club y la del cuerpo técnico. Y me temo que es consecuencia de dos casos: Chygrynskyi y Cesc.
En lo referente al ucraniano la directiva de Laporta accedió a satisfacer el capricho del míster a poco de iniciar la temporada anteriro, pagando un precio astronómico. El rendimiento del central en su primera temporada fue decepcionante y, lo que es peor, se instaló en el Camp Nou la duda permanente sobre su calidad. Más allá de la simpatía despertada por el entrañable personaje de Crackovia, poco positivo podía extraerse de la primera campaña como blaugrana de Dimitro. La llegada de Rosell exigía gestos enérgicos de distanciamiento en lo económico respecto al nuevo-riquismo de Laporta. Y se aprovechó la circunstancia para juntar la necesidad de pagar las nóminas de los empleados con la oferta del Shaktar para rescatar a Chygrynskyi. De un plumazo se ponía sobre la mesa el agujero económico que poco después ratificaría la auditoría de Deloitte, se aportaba una solución urgente y se prescindía de un jugador cuestionado por el culé y, por tanto, con nulo riesgo mediático. El único escollo: Guardiola. La reacción del entrenador fue la de aceptarlo, de forma sucinta, con respuestas escuetas, manifestando, no obstante, su convencimiento en que el jugador hubiese triunfado. O no, pero quien sabe...
A continuación se afrontó el fichaje de Cesc, ya tanteado por Laporta en su último y desesperado intento de voltear las encuestas preelectorales que vaticinaban el aplastante triunfo de su enemigo número 1. La nueva directiva asumió el reto de intentar satisfacer la petición de Guardiola, pero poniendo coto al despilfarro. En este caso se pretendía evitar incurrir en otro caso Ibrahimovic, en que se acabó pagando un sobreprecio escandaloso amén de regalar a Eto´o, jugador por cierto devaluado por obra y gracia de la falta de feeling expresada por Guardiola después de ser el ariete titular del Campeón de Europa y pichichi de la Liga. En esta tesitura, la sensación es que el Arsenal y más concretamente Wenger esperaban encabronados al Barça y al jugador y que la nueva directiva se fijó un tope para la contratación, sin demasiada voluntad de ir más allá. El resultado, conocido. El jugador frustrado, el Arsenal probablemente sorprendido que después de tanto ruido el Barça no apostase por el de Arenys y la directiva pensando en otras opciones. Pero, ¿y Pep?
La sensación es que tras la venta de Chygrynskyi y la renuncia al fichaje de Cesc, interpretados ambas operaciones por Guardiola en clave económica -cosa por otra parte bastante cierta-, simplemente se ha rebotado. Y está dispuesto a mantener un pulso con la directiva. Nunca a través de la prensa. Jamás a través de declaraciones. Siempre con su discurso impecable. El argumento de considerar que lo que ofrece la cantera es de altísimo nivel y que contamos con ejemplos en el corto plazo que lo ratifican es indiscutible. Pero no deja de ser falaz. En los dos últimos años Guardiola ha incorporado a dos canteranos al equipo. Busquets y Pedro. Pero la plantilla era más profunda -cada vez menos- y ambos jugadores fueron entrando poco a poco, con titulares indiscutibles por delante de ellos y, en ocasiones, con otras opciones como suplentes que partían con ventaja. Pep les fue dando cancha, sin prisa, de forma progresiva, lo que les hizo ir ganando confianza -a ellos y al exigente seguidor culé- y, con la pizca de suerte necesaria -sobre todo en el caso de Pedro, en forma de goles milagrosos-, permitirles la consolidación en el equipo.
Ahora la situación es distinta. Se pretende apostar por la cantera como única alternativa a las bajas de Touré, Marquez, Chygrynskyi y Henry, una vez frustrada la incorporación de Cesc. Las altas (Villa y Adriano) no cubren las mismas. Me parece un suicidio. No a corto plazo. El equipo capaz de batir records de puntuación en la Liga no dejará de ser competitivo. Pero el riesgo es que en determinadas posiciones -medio centro y defensa central- la escasez de recursos experimentados puede provocar que, en situaciones puntuales, de máxima exigencia, nos encontremos con chavales del B, sin experiencia, teniendo que asumir un rol excesivo. Ese que no tuvieron que asumir Busquets ni Pedro de entrada. Ni Messi, el hoy indiscutible mejor jugador del mundo, llegó y venció. ¿O no recuerda nadie la suplencia inicial y la alternancia posterior con Giuly antes de consolidarse en el primer equipo?
La sensación -feeling en el lenguaje guardiolano- es que Pep, molesto por lo que considera una falta de respeto a su trabajo, quien sabe si también influido por las malas relaciones preexistente entre su ayudante y Sandro, se ha empecinado en demostrarle a la directiva que si hacia falta vender a Chygrynskyi para pagar nóminas y no había suficiente dinero para traer a Cesc, él no quiere a nadie. Ni Ozil, ni Mascherano, ni medio-centros africanos ni nada. Si vosotros no me fichais -o me manteneis- a los que yo quiero pues yo rechazo a los que vosotros me ofreceis. Y nada más. Y nada menos.
Puedo entender la reacción humana de Guardiola. Pero se equivoca. Es cierto que los resultados no llegan, la gente empezará quejándose a la directiva. Pep tiene crédito -de momento- y Rosell y los suyos tienen a muchos esperándolos detrás de cada esquina. Las quejas, primero a Sandruscu. Y Guardiola se lavará las manos, diciendo que tuvo que asumir las penurias económicas del club, que tuvo que vender a un central y renunciar a Cesc, que es lo que hay... Pep proyectará la imagen de víctima de las circunstancias y ello redoblará las críticas contra el nuevo presidente, cuyos resultados deportivos resultarán, con toda seguridad, peores que los de su predecesor. No por jugar a oráculo, simplemente por insuperables.
El problema de todo ello es que el perjudicado acabará siendo el club. Empezarán las dudas alrededor del equipo, surgirán rumores sobre la implicación de algún jugador -ojo con Ibra- y ello, lo sabemos sobradamente, redundará en el rendimiento del conjunto. Como desde Madrid seguirán desentabilizando todo lo que puedan, una vez han incorporado a un terrorista a su banquillo -lo único que les faltaba tras los anodinos Juande y Pellegrini-, el panorama apunta a tormenta a la vista.
Y de fondo, la auténtica cuestión: Pep solo ha renovado por un año. Siendo así, ¿tiene legitimidad para vetar los fichajes que propone la directiva y/o el secretario técnico...?
jueves, 10 de junio de 2010
MOU TE QUEREMOS
Se cierra el circulo. Por fin el personaje más odiado en can Barça -y en todos los sitios por donde ha pasado como rival- entrenará al Madrid. La prepotencia presidencial, capaz de jactarse en tiempos como los actuales de que el dinero nunca es problema para él, se vincula a su alma gemela. ¿Quien mejor que el técnico portugués simboliza todos los “valores” de Florentino? Prepotencia, chuleria, arrogancia, desprecio por el rival, menosprecio a la prensa... todo muy propio de uno y otro.
El barcelonismo, ebrio de triunfos, orgulloso de su estilo mundial y unánimemente señalado como el modelo a seguir, corría el riesgo, si San Pep de Santpedor no lo remediaba, de ahogarse en el océano de baba autocomplaciente que nos rodea. Pero no hace falta despertador. Nos lo han regalado desde la capital. Gracias Florentino, tu siempre tan generoso. No sabes cuanto ansía la culerada el partido contra tu equipo para poder entonar aquello de “ese portugués, ... és”. Y lo peor es que será difícil distinguir si los gritos irán dirigidos al entrenador o a vuestro alter ego sobre el campo, CR9. Ya puestos, solo quiero pedirte un pequeño regalito, tu que todo lo puedes. Contrata a Figo de ayudante de Mou. Simboliza igualmente muchos de vuestros principios (la mentira, la traición, el amor al dinero por encima de todas las cosas).
Pero no nos engañemos. La presencia del portugués en el banquillo madrileño garantiza una mayor competitividad de los merengues. En el campo -aunque, se diga lo que se diga, tanto con Juande como con Pellegrini tuvieron rachas de imbatibilidad y victorias difícilmente mejorables- y, lo que es peor, en la gestión de los aspectos emocionales. Es así donde entraña el peligro de Mourinho. En su capacidad de desestabilizar. Si bien sus jugadores le suelen profesar amor incondicional, Mou consigue encrespar al resto de los mortales. Ello incluye a rivales, por supuesto, pero también al entorno de su propio club, a árbitros, prensa, federaciones... En función de como marchen las cosas puede ser insoportable -por su prepotencia- para sus rivales derrotados o rezagados en la clasificación, o bien constituir una bomba de relojería de alcance imprevisible en caso de verse por detrás del Barça y ser objeto de críticas por parte de la afición.
Aunque Mou es inteligente y manipulador, el personaje de ganador histriónico, provocador, egocéntrico que él mismo ha construido no admite punto intermedio. O le adoras o le odias. Y todo depende de una sola cosa: la victoria. Por que su estilo lo subordina todo, absolutamente todo, a la consecución del triunfo por si mismo, alejado de cualquier tipo de concesión a la estética. Si gana, ese Madrid más blanco que nunca -por sus dos años de abstinencia total- se rendirá a Jose como lo han hecho los interistas. Pero si pierde ante el Barça y lo hace con sus señas de identidad futbolística (solidez defensiva, contraataque letal, mezquindad tacticista), nadie lo sostendrá. Ni Florentino (lo echa, ficha a otro y se vanagloria de ello), ni Valdano (que no dimite ni aunque le traigan a su némesis), ni la prensa nacionalmadridista (apoyarán a quien diga Florentino, que para eso les paga)...
De todas maneras, un personaje como Mou, todavía atormentado por el desprecio que sufrió en su trayectoria azulgrana, en que se le recuerda más por ser el traductor de Robson, el presunto amante de Bobby o el mindundi al que Luis Fernández se comió un día en San Mamés que por la más mínima aportación futbolística, viene a engrandecer el universo de malvados que la culerada necesita periódicamente para motivarse. Pero deberiamos huir de la obsesión, pasar de sus declaraciones, obviar sus provocaciones. Dejar que siga alimentando el monstruo que él mismo ha creado. Y el mejor para ello es el lobo con piel de cordero que habita en el vestuario culé. Pep, por si no tuvieras bastante, ahora tienes una nueva misión. Destruye al último villano.
lunes, 17 de mayo de 2010
CAMPEONES. PUNTO y FINAL
Se acabó la Liga. Otra vez para el Barça. Batiendo records de puntos aunque jugando peor que en la inolvidable temporada pasada. Pero da igual. Superando al Madrid más efectivo de la historia, construido a golpe de talonario, impulsado por la prensa nacional y de la capital, amparado por el apoyo arbitral pese a la desquiciante teoría del villarato, ansiosa por reverdecer laureles, todavía malherida por el chorreo del 2-6.
Y podría parecer que la diferencia entre Barça y Madrid ha sido mínima. Apenas 3 puntos. Nos hemos hartado de escuchar que el perdedor cerraría la temporada en blanco. Falso. Puras falacias del madridismo oficialista, empeñado en tapar su fracaso, el del ser superior Florentino, el de sus presuntas estrellas (salvo CR9, ¿donde han estado Kaka o Benzema?).
La diferencia se mide en los títulos de la primera mitad de temporada (Supercopas española y europea, Intercontinental), en el papel en la Copa del Rey (humillados por un 2B o eliminados en Sevilla por goles en campo contrario, tras un alud de ocasiones, Palop salvador y arbitraje escandaloso en la ida) o en la Champions (enésima debacle en octavos frente a derrota agónica en semifinales). O, sin ir más lejos, en el doble enfrentamiento liguero, ese que mide directamente, cara a cara, el nivel de los equipos. En todas las comparaciones sale triunfador el equipo blaugrana.
Esto es lo que cuenta. Que la diferencia final en la Liga haya sido solo de 3 puntos (99-96) significa que el Madrid ha ido capaz de seguir la estela culé, amparado en la formidable pegada de Cristiano y Higuaín y al recurso imperecedero de la épica. Pero ni eso ha sido suficiente ante la solidez culé, capaz de resistir la presión mediática continua. El Barça es el mejor equipo del mundo -como se encargan de recordar rivales locales y foraneos- y como tal se ha impuesto. Sin la épica merengue, regalando alguns puntos (empate en Pamplona con gol en propia puerta en el último partido) o sufriendo ante rivales que plantean su temporada con el único objetivo de hacer campeón al Madrid (aquellos que cuando se enfrentan a su alter ego pierden por incomparecencia y que ante el Barça buscan, por lo civil o lo criminal, impedir la victoria culé, para acabar sistemáticamente quejándose del árbitro aunque deje al rival habitualmente en inferioridad). Da igual.
Pero donde el Barça derrota al Madrid de manera apabullante e indiscutible es en el terreno de los intangibles, eso que se ve pero no se toca, que se percibe y enamora o, por el contrario, irrita y se convierte en odioso.
El modelo futbolístico buscando el ataque a través de la combinación, la apuesta por la cantera, el respeto por el rival, la humildad de sus estrellas, el compromiso solidario del equipo de Guardiola -capaz de superar la gloriosa temporada 2008-09- son elementos diferenciales frente al Madrid, empeñado en la arrogancia de su presidente, la chulería de su principal estrella -excepcional jugador por otra parte-, la intolerancia de su entorno periodístico o, simplemente, la urgencia por salir de su inferioridad que le lleva a devorar entrenadores en tiempo record. Y todo esto lo percibe el mundo del futbol, especialmente todos aquellos, aficionados y periodístas, que no simpatizan por unos u otros y que pueden juzgar con distancia.
En resumen, solo hay un CAMPEON, en mayúsculas, y es el Barça.
Como lo es, po cierto, el equipo de basket, magistralmente gobernado por Chichi Creus y dirigido por Xavi Pascual. Han sido los mejores toda la temporada, han jugado el mejor basket del continente, dan un auténtico clínic en defensa (menos puntos encajados, más tapones que nadie) y se adornan en ataque (lideres en porcentajes, mates a raudales). Merecidisimos campeones de todo. Y el modelo es análogo al de fútbol. Y el Madrid cae en los mismos errores -normal cuando el presidente y la prensa son los mismos-, en este caso pensando que el presunto mejor entrenador del mundo, acostumbrado a entrenar equipos hechos a golpe de talonario, capaz de imponer una disciplina de hierro y de devaluar jugadores en un santiamén, sería capaz de derrotar a un equipo como el Barça.
Y lo mejor está por llegar. Lejos de corregir errores, ahora el madridismo clama por Mourinho, el entrenador que mejor encaja con lo que convierte en repulsivo a los merengues. Mientras, Cesc y Villa a punto de fichar por el Barça. Y el Madrid también los quería, por si no se acuerdan algunos. ¿Y aun siguen preguntándose por qué muchos no quieren ir allí?
domingo, 2 de mayo de 2010
EL MEJOR BARÇA DE LA HISTORIA
Estuve tentado de escribir esta entrada el pasado miércoles, tras la eliminación en Champions. Pero mi ADN culé mantiene trazas de épocas pasadas, herencias genéticas de finales de los 70 e inicios de los 80, de ligas pérdidas por secuestros, estrellas rotas por Goicoechea y una funesta final en Sevilla. Por ello, tras la decepción, temía especialmente el partido frente al Vilarreal, probablemente afectado por la avalancha de manifestaciones de apoyo que desde la capital agigantaban las dificultades que el exhausto equipo blaugrana iba a aforntar en La Plana.
Precisamente la reacción es la que me hace concluir que estamos ante el mejor Barça de la historia. Y no solo estadísticamente -que también, gane o no finalmente la Liga-, sino especialmente por su competitividad, por su ambición, por su compromiso con una manera de entender el fútbol que le ha permitido ser referente en todo el mundo como nunca antes.
Es indiscutible que esta temporada el equipo no ha alcanzado los niveles de excelencia futbolística de la temporada pasada. No importa si hemos conseguido no sé cuantos puntos más en la Liga. Esa estadística es irreal, ya que el año pasado, tras el chorreo del Bernabeu (por ese 2-6 también merecería el galardón del título), el equipo, virtual campeón, se dejó ir y cedió derrotas (Mallorca, Osasuna) y empates (Deportivo) para llegar fresco a la batalla final en el coliseo romano. Pero donde no ha llegado el futbol, ha llegado el corazón, en una temporada que, todos los culés lo sabemos, en otra época hubiese sido de autocomplacencia y decepciones.
Me niego a aceptar el razonamiento que desde Madrid señala que si el Barça no gana la Liga cerrará la temporada en blanco. La falacia que indica que las Supercopas de España y Europa y la Intercontinental son títulos de la temporada pasada no se aguanta. Son títulos de la 2009-10. ¿Es que si el At. Madrid gana la Europa League alguien va a atribuirlo a la temporada en que se clasificó para dicha competición? El equipo que ha ganado los 3 títulos es distinto del que conquistó Liga, Copa y Champions. No está Eto y sí Ibra. Está Pedro, y de qué manera. Sylvinho ha cedido el testigo a Maxwell. Milito ha ayudado y Márquez no. Henry no ha estado y Iniesta no ha podido.
Precisamente aquello que hace casi dos años empecé a señalar -plantilla corta de efectivos- ha acabado pasando factura. No tanto en forma de lesiones que, salvo casos concretos (Iniesta especialmente, Abidal a menudo) y momentos puntuales (tras la eliminación copera), han respetado notablemente a la plantilla. El problema ha acabado siendo de falta de efectivos útiles. El cansancio, el stress, la saturación mental, han acabado mermando el rendimiento de diversos jugadores respecto a la temporada pasada.
Y los fichajes, reconozcámoslo, han acabado aportando más bien poco, con Ibra de más a menos, en una incomprensible evolución que lo coloca, a estas alturas de temporada, a los pies de los caballos -si se pierde la Liga, su cabeza será cortada; si se gana, quizá siga, aunque los pitos estarán asegurados desde el primer partido-, Chygrinskyi levantando dudas razonables y lastrado por su coste y Maxwell convertido en el jugador más neutro, aséptico e intrascendente de la historia del club. Se ha evidenciado que Pep es tan brillante como entrenador como discreto -seamos generosos- como fichador.
Pese a todo ello, pese a la dura competencia doméstica del Madrid -amparado en esa pegada espectacular que tantos puntos le da ante rivales menores y que es insuficiente ante el Barça-, de la campaña indecente emprendida por los portavoces del madridismo en forma de villarato, que tanto ha secundado el colectivo arbitral -¿alguien duda quien sería finalista de Copa si el merengue de Pérez Burrull no se hubiera empeñado en clasificar al Sevilla en la ida en el Camp Nou?- y federativo -espectacular anulación de tarjetas de jugadores del Madrid o rivales del Barça (!Kameni!), expediente a Guardiola-, el Barça ha sido capaz de mantener una regularidad envidiable (1 derrota en Liga (At. Madrid, como siempre), 1 en Copa (Sevilla) y 2 en Champions (Rubin Kazan e Inter)) y una competitividad a prueba de bomba.
Los equipos que antes ganaron una Champions (Dream Team y Barça de Rikjaard) fueron capaces de repetir la Liga en la temporada siguiente. El Pep Team puede conseguirlo también. O no, quien sabe. Pero es seguro que aquellos excelentes equipos fueron incapaces de hacerse con la Intercontinental y, peor todavía, fueron eliminados en octavos en Champions -cual mediocre Madrid- ante CSKA Moscú y Liverpool respectivamente, confirmando la dificultad de mantener la intensidad tras la gloria.
Ese es el factor diferencial. Una vez más creo que el gran mérito es de Guardiola. Conocedor como nadie de la mentalidad del club y su entorno, sabedor que la temporada posterior a los triunfos es compleja, que al Barça siempre le ha faltado el instinto ganador que inspira grandes dinastías, que la natural tendencia autodestructiva se traduce en inestabilidad, el míster ha sabido unir al vestuario y convencerlo de la necesidad de perseverar en la victoria, en hacer historia, de trascender a los anales del barcelonismo para hacerlo en los del futbol mundial. Y ha arrastrado como nunca a la afición, identificada con su equipo, creyéndolo, con fundamento, capaz de todo. Y el haberlo conseguido lo convierte en el mejor entrenador de la historia del Barça, al frente del mejor Barça de la historia.
Y, acabe como acabe esta, la próxima temporada será aun más difícil. Y con elecciones de por medio. Y con el madridismo, el único que puede acabar en blanco, montando la enésima campaña propagandística para recobrar la hegemonía que jamás pensaron perder. La que nos espera. CARPE DIEM.
domingo, 11 de abril de 2010
NO WAY OUT, MADRID

No fue el partido previsto. Todas las estadísticas relativas a promedios goleadores, posibles revanchas del chorreo del año pasado y demás visualizaciones previas del choque estallaron por los aires. Y buena culpa la tuvo el cambio de dibujo táctico de Guardiola. Honestamente, no tengo demasiado claro que el esquema planteado, con Puyol desplazado a la banda derecha y Alves por delante, acabase de funcionar. Pero sí creo que el partido, desde la óptica madridista estuvo marcado por el PÁNICO a sufrir un revolcón como el del año pasado.
El miedo merengue se tradujo, especialmente en la primera mitad, en una fuerte presión sobre la salida del balón, que acababa habitualmente mal resuelto por los laterales -tanto Puyol como Maxwell demostraron sus carencias en la construcción, conocidas en el de la Pobla, menos esperadas en el brasileño-. La ausencia de Alves en el proceso constructivo más la dureza blanca cuando el balón superaba la primera línea de presión entorpeció el juego culé, menos preciso que de costumbre. Pero el Madrid no tenía otro plan más que evitar el juego del Barça. Cuando recuperaba el balón, preferiblemente en contrataque, su único recurso era la carrera desbocada de CR9 contra el mundo, sin ningún tipo de apoyo -ni falta que le hace, ya que no la suelta ni a tiros-. Higuain desaparecido -como en todo partido de alto nivel que se precie-, Van der Vaart demostrando su nula jerarquía antre rivales de peso, Xavi Alonso diluido en tareas destructivas... Nada para hacer daño a un Barça que no vivía su mejor puesta en escena.
Para desgracia de la galaxia blanca -cuanto daño acaba haciendo la hiperbólica prensa de la capital-, la primera combinación entre Xavi y Messi culminó en el 0-1. Como quien no quiere la cosa, aunque nunca con la mano como pretenden los obcecados inventores del villarato, se avanzó el Barça. Y se acabó. El Madrid no tenía Plan B. Y si lo tenía, no sabía como ejecutarlo, por que el entramado de Guardiola en el centro del campo, con menos recursos ofensivos, reforzado con el cambio de disposición tras el descanso, aun hacia más compleja la ¿construcción? del juego madridista. De hecho el inicio del segundo tiempo fue un monólogo culé, en forma de rondo interminable entre defensas y Valdés -sublime tanto en sus intervenciones como transmitiendo seguridad- durante 10 minutos para, con un cambio de ritmo impulsado por Xavi habilitar al siempr oportuno Pedro para sentenciar. La clave del 0-2 fue el factor sorpresa, la transformación de un lento rondo, casi anodino, ante un rival confiado en su defensa aunque preguntándose como crear alguna ocasión de gol, en una pasada profunda, un maravilloso control orientado, una rapidez para convertir la ventaja en decisiva y una definición precisa. Apenas tocó otro balón bien Pedro, pero fue suficiente. Como siempre.
Solo con el 0-2 el Barça relajó por unos minutos su dominio y permitió los últimos arrebatos blancos, nuevamente a cargo de Cristiano Ronaldo, definitivamente ofuscado por su subordinación ante Messi -no hace falta decir nada más, que diría aquel-. Creció Valdés, se recompuso la situación y el Barça pudo haber redondeado una goleada nuevamente histórica si no hubiese sido por la aparición final de Casillas para salvar una debacle mayor. De hecho, en los últimos minutos no hubo ni atisbo del espíritu de Juanito, de la apelación a la épica, a la heroica, al milagro que tanto gusta a los castizos. Nada.
No hizo falta. Un Barça sobrio, impreciso durante muchos minutos pero solvente, tuvo bastante con cuatro ocasiones de gol. Suficiente ante un rival acomplejado por el 2-6, en una herida profunda que se agranda con este 0-2 y la sensación de inferioridad, de impotencia, de sumisión. No basta con campañas pagadas en Marca y As, no es suficiente con comparar a CR9 con Messi sobre el papel, no vale con inventar calificativos o soñar con records goleadores. El partido definitivo, el que debía poner a cada uno en su sitio, sirvió precisamente para eso. Devolvió al madridismo a la realidad, la que dice que pese a su multimillonaria inversión es un conjunto sin esquema ni alma, incapaz de hacer frente al Barça. Esta un nivel por debajo.
Ahora el Barça tiene la Liga en la mano, depende de si mismo. El calendario es mucho peor que el del Madrid. Los desplazamientos a Cornellà, Villarreal o Sevilla son más complejos que los enfrentamientos que esperan a los de Pellegrini -o quien sea el entrenador, ya que igual lo echan por la presión mediática que cíclicamente, con cada fracaso, pone el tema sobre la mesa-. Pero el refuerzo moral del resultado del clásico es de impacto. No creo que se traduzca en una claudicación del Madrid, pero sí en la confirmación del camino emprendido por el Barça en el último mes, en el momento cumbre de la temporada, en que pese a que algunos hombres no están en su mejor momento, ha encontrado la vía para explotar el mejor Messi posible y ello, lo siento, es el argumento más sólido que nadie puede presentar en el mundo del fútbol hoy en día.
Y una última reflexión: la actuacion de Mejuto fue de escándalo. A los del villarato, que se lo hagan mirar. Se perdonó la expulsión a Xabi Alonso, a Sergio Ramos y a Garay, mientras se aplicaba la máxima severidad a Messi. Ni así...
miércoles, 31 de marzo de 2010
LAPORTA, ESE ESPERPENTO
Sus delirios de grandeza, su aura mesiánica, su egolatría desproporcionada amenazan con acabar convirtiendo al presidente del mejor Barça de la historia, futbolísticamente hablando, en una parodia actualizada del célebre Nuñito de la Calzada o su versión balbuceante del actual Crakovia. Sus últimas actuaciones, en el contexto de la precampaña a la poltrona culé, esa a la que tanto ama y de la que tanto le cuesta despegarse, son propias de vodevil.
Más allá del lamentable posicionamiento electoralista de alguien que aun ostenta la representatividad de todos los barcelonistas, del ridículo por el apoyo a Godall -hombre de paja destinado a ceder el poder al impopular, por impresentable, Sala i Martín, auténtico alter ego de Laporta- para luego retirarselo en favor del antes vituperado Ferrer, o del incalificable nombramiento como presidente honorífico de Cruyff, resulta preocupante el empecinamiento de Jan en mantener el control del club.
Lejos de la generosidad de los grandes líderes, Laporta ansia seguir gobernando después de muerto -es una manera de hablar-, con Oliver como DG-espia y directivos sumisos sometidos a Sala i Martín, correa de transmisión del presidente en la sombra -el propio Laporta, of course-. Solo de esta manera puede entenderse su enfermiza obsesión por la figura de Sandro Rosell o su resentimiento visceral hacia Ferran Soriano, auténticos rivales en la carrera electoral y, mucho más peligroso para Laporta, conocedores en mayor o menor medida de los turbios manejos presidenciales para su propio beneficio.
Por que en el fondo Laporta quiere perpetuarse en el poder, seguir haciendo negocios al amparo de la influencia que proporciona su status presidencial, aprovechar el tirón popular para promocionar su carrera política, divertirse desenfrenadamente en Luz de Gas rodeado de mujeres... y todo ello quedará en poco más que nada si no consigue que uno de los suyos presida el palco azulgrana. Si no es así, la figura de Laporta acabará convertida en objeto de chanza, habiendo cansado al socio culé con sus formas, abandonado por aquellos que se le acercan en busca de hacer negocios, arrinconado por los partidos políticos, deslegitimado por las urnas, y sin admiradoras, unas interesadas y otras pagadas...
Por todo ello Jan emprende la huida adelante definitiva, arremete contra todo y contra todos y se mete a escritor, reflexionando sobre el precio que para sus hijos ha supuesto su dedicación al Barça. Honestamente, creo que si hubiese pensado una sola vez en ellos hace tiempo que hubiese abandonado el club. Pero es incapaz de sustraerse de la erótica del poder, de pasar de abogado del montón a codearse con políticos -ansiosos de la foto, no de acompañarle, aunque él ni se entera-, periodistas -toda la contención verbal que pone Guardiola es incontinencia de Laporta-, intermediarios -pim, pam, comisiones vienen, comisiones van- y aves nocturnas.
Tristemente el que podía pasar como el mejor presidente de la historia del Barça quedará como el presidente del mejor Barça de la historia, que no es poco pero, evidentemente, tampoco es lo mismo. Y aunque él quiera verlo de otra manera, el auténtico símbolo del mejor Barça no es otro que Guardiola. Él es quien encarna todos los valores positivos que intenta transmitir el club, quien los traduce en la conducta que impone a sus jugadores, en el respeto por todos -bueno, casi todos, siempre hay una incalificable subespecie que solo sirve para dar color y polémica al fútbol– en las ruedas de prensa, en la solidaridad con rivales. Y el contraste entre Jan y Pep resulta sonrojante, hasta el punto que para cualquier cargo para el que pueda postularse Laporta siempre se nos aparecerá Guardiola como candidato infinitamente más capacitado, más pragmático, más lúcido, más dotado... excepto uno: el de muñeco del guiñol.
sábado, 13 de marzo de 2010
!!! GRACIAS, MADRID !!!

Y es que este Madrid sigue ofreciendo grandes jornadas de gloria que ayudan a que los barcelonistas sobrellevemos con más tranquilidad las dudas que se acrecientan sobre la solvencia del equipo esta temporada. Pese a ello no debemos olvidar que los puntos flacos del Barça se evidencian conforme avanza el curso hasta poner en duda la posibilidad de repetir alguno de los trofeos grandes en juego. A la archirrepetida y no por ello menos cierta cortedad -en número- de la plantilla se une la ausencia de alguna de las teóricas estrellas (Henry), la inexplicable desadaptación de otra (Ibra), el rendimiento por debajo de lo esperado de algunos (Marquez, Touré, incluso Iniesta por su discontinuidad en la brillantez), lo dudoso de los fichajes (Maxwell ni fu ni fa y Chygrinskyi con todo por demostrar) y, sin duda, el impacto del Villarato en el criterio arbitral en las últimas semanas. Todo ello nos ha hecho dudar.
Por ello creo que una de las claves para la recuperación del Barça pasa por profundizar en la crisis merengue. Y dado que para el partido del Bernabeu, ocasión ideal para que afloren los fantasmas que desde el año pasado vagan por el feudo blanco, faltan unos cuantos partidos, la mejor arma es, sin duda, la continuidad blaugrana en la Champions.
Cada partido jugado, cada eliminatoria superada, cada sorteo en viernes, cada previa, cada acorde del hipnótico himno del torneo supone una puñalada en el vientre del rival malherido. Cada golpe asestado simplemente con la continuidad en la liza, aproximándonos lenta pero inexorablemente a la Final, a su final, a la de Espe, Aznar y Florentino, a la de la décima, provocará movimientos sísmicos en los despachos del Bernabeu.
Y ello se trasladará inmediatamente, a través de los asalariados disfrazados de periodistas de Marca, en campañas de acoso y derribo contra el entrenador -ya iniciada-, de busqueda de cabezas de turco en la plantilla -increible la de culpabilización de Higuain, que por cierto no acepta la oferta de renovación del presidente, sazonada con la desazón del chupón egoista por excelencia (CR9) por el individualismo del Pipita-, de fichajes de entrenadores (desde la eliminación ya tenemos a Mourinho, Benítez, Cesc, Silva, Rooney, Silva, Navas, Ribery) y, curiosamente, de silencio sobre los fichajes presidenciales con rendimiento ínfimo (Kaka y Benzema).
El Barça debe aprovechar la barcelonitis aguda que se ha instalado en Madrid. Los 6 títulos escuecen y sus fracasos no hacen más que echar sal en la herida supurante. No aceptan que los cracks azulgrana sean intocables -no quedan Figos que comprar-, que en Europa los odien -ni ADN ni leches-, que los millones no compren títulos (3 de 20, gran marca del ser superior)...
Y, encima, en basket se les avecina otro chorreo en la Euroliga. Gracias, Madrid, por alegrarnos los días.
martes, 23 de febrero de 2010
Otro chorreo...
Definitivamente ser merengue se ha convertido en una penitencia en los dos últimos años. No solo pierden, sino que además sufren una humillación tras otra ante el Barça. Con el 2-6 -y no fueron más para meter en un lío al responsable del marcador del Bernabeu- quedó sentenciada la Liga y abierta la serie del Barça de las 6 Copas, con el Madrid más en blanco que nunca.
Y ahora, además, el basket. En ACB ya sufrieron la más escandalosa paliza a domicilio que jamás le hubiese infligido el Barça. Entonces encontraron bastantes excusas en forma de lesiones, falta de acoplamiento, etc. OK.
Pero ahora, cuando llegaban crecidos a la Final de la Copa del Rey, impulsados por la clara victoria ante Caja Laboral, muy disminuido por la ausencia de Splitter, ante un Barça que se había mostrado dubitativo en cuartos y semis, se han estrellado contra un muro, un rodillo les ha pasado por encima que, encima, ha tenido la clemencia de regalarles el último cuarto entero para que maquillasen el resultado. En Roma uno se suicidaba por mucho menos...
Pese al rímel de última hora, el Barça ha batido un nuevo record -el de máxima duferencia en una final en época ACB- con el 80-61 final. Y lo cierto es que este partido, en que sí había un título en juego, se han aclarado muchas cosas, la mayoría inquietantes para el club que preside ese personaje engreido que se ha pasado todo el partido mirando el móvil para disimular el ridículo. A saber:
– El mejor entrenador de Europa, el que iba a entrenar cuando quisiese en NBA, se ha visto otra vez superado sin discusión por el novato de Pascual. No es momento de discutir a Messina, pero su incapacidad para hacer rendir a su equipo ante los grandes (no solo Barça, también Caja Laboral -en ACB-, Maccabi o Montepaschi han pasado por encima), su discutible gestión del equipo y su incontinencia a la hora de provocar movimientos en la plantilla sí permiten concluir que no está el elegante -en esto sí que le debe gustar a Florentino- técnico italiano en su mejor momento...
– El Barça se ha llevado la Copa con el Navarro menos determinante -por no decir el más desacertado- de su carrera. Ha acabado la competición con unos discretos 11 ptos. por partido, con unos porcentajes lamentables para un jugador de su nivel (6/15 en tiros de 2 y 4/16 en triples). Pero el Barça ha ganado. Los que tradicionalmente minimizan el potencial culé apelando a la navarrodependencia van quedándose sin argumentos.
– Ricky, como ya hizo en liga, se ha vuelto a comer con patatas a Prigioni, quien incapaz de seguir el ritmo de su rival no ha tenido fuerzas ni para su especialidad, la protesta continua. Para aquellos que menospreciaron el fichaje de Ricky alegando que su objetivo era Prigioni, para aquellos que decían que no tenía tiro, para aquellos que aun no han digerido su no al Madrid, mucho bicarbonato.
– Las rutilantes estrellas que la prensa de la capital publicitó como el nuevo Kukoc (Velickovic) o el Gasol del Este (Tomic) apenas han lucido en esta Copa. Apenas algo del primero en semis. Pero en la final, nada. Uno, sumando solo en los minutos de la basura. El otro, inédito. ¿Algo que rectificar?
– El juego interior del Barça ha superado en todo al madridista. Y muy especialmente con dos jugadores destacados: Fran Vazquez, del que tanto se han reido por su cobardía al negarse a hacer las Americas, y Lorbek, al que el gran Messina no quiso traerse de Moscú -prefirió a otros jugadores de la Liga rusa, como el impagable Hansen o el decadente Garbajosa-. Solo la tradicional lucha de Reyes y la presencia de Lavrinovic ante la versatilidad de los recursos de Pascual. Tiene mucho mérito haber perdido contra pronóstico a Ilyasova y Andersen y haber mejorado el equipo con sus substitutos (Lorbek y Morris). Chapeau para Chichi.
– ¿Y qué pasa con Bullock? ¿Qué esta mayor, el hombre? ¿Y Basile? Mientras Messina va eliminando piezas (el propio Bullock, el marginado Vidal, los olvidados Dasic y Tomic) para depender casi exclusivamente de la experiencia de Jaric y la apelación a la heroica de Llull, Pascual va repartiendo minutos y protagonismo, involucrando a todos los jugadores. Incluso aquellos con limitaciones en sus habilidades ofensivas (Sada, Grimau) tienen cabida en el equipo gracias al perfecto entendimiento de su rol. Cada uno sabe lo que le toca y la química en el equipo es evidente. Exactamente lo contrario que el Madrid...
¿Y ahora qué?
Pues nada, la prensa de Madrid vapuleará durante una semana a ciertos jugadores (Garbajosa colchonero, Hansen inútil, Vidal, Bullock y Tomic ausentes), se animará con el anuncio de algún nuevo fichaje para la sección de basket, celebrará el próximo triunfo y, sobre todo, relegará la información baloncestística en favor de la de fútbol.
¿Y el próximo chorreo?
Si no lo evita el Olympique, a finales de mayo. Nos vemos en el Bernabeu.
domingo, 7 de febrero de 2010
¿VILLARATO?
Esta última semana se han desarrollado curiosas teorías sobre el significado del Villarato. Referencias al apoyo de Laporta a la reelección de Villar hace años, reflexiones sobre el apoyo de los árbitros a los grandes basadas en la main de dieu de Henry y la selección de árbitros para el Mundial de Sudáfrica...
Tonterías.
El Villarato es la respuesta de un colectivo (el madridismo), canalizado a través de unos mensajeros a sueldo (periodistas, de As y Marca, pero también de las cadenas televisivas presuntamente nacionales) a una serie de síntomas psicosomáticos que se resumen en:
ESCOZOR por pasarse los años en blanco mientras el rival completa el mejor año de la historia que ningún equipo haya jamás vivido, sumando todos los triunfos de forma inapelable, con buen fútbol y mejor estilo.
ENVIDIA por no poder disfrutar de un juego atractivo y admirado a nivel mundial, como sí ocurre con el Barça, reconocido como el referente indiscutible por todos los rivales.
FRUSTACIÓN por ver al rey indiscutible del futbol mundial vestido de blaugrana, acumulando galardones individuales mientras sus estrellas pagadas a precio de oro solo son reconocidas por actitudes chulescas, lesiones inducidas, anuncios de calzoncillos y pubalgias crónicas.
IMPOTENCIA por sufrir la mayor humillación de su historia y a domicilio, en forma de goleada escandalosa, sin paliativos. Chorreo que, lo saben, será recordado por los siglos de los siglos.
INCAPACIDAD para encontrar un entrenador a la vez capaz y glamuroso que oponer al siempre ponderado y unánimemente admirado Guardiola, quien, para más inri, jamás podrá ser fichado.
PERPLEJIDAD ante la generación continua de talentos surgidos de la cantera culé, frente al erial de la fábrica merengue, donde aun se amarran a los tacones de Guti y la raza de Raul.
ESTUPEFACCIÓN por comprobar como el estamento arbitral que tradicionalmente acudía raudo a sentenciar las competiciones en su favor no muestra ahora de forma tan escandalosa sus preferencias, aun y teniendo en nómina a bazofia deportiva como Pérez Burrull o Delgado Ferreiro.
INDIGNACIÓN por que un equipo no español, catalán para mayor gravedad, domine las competiciones nacionales y despierte simpatías en tierras donde antes solo podía adorarse la bandera blanca, siempre sinónimo de la rojugualda. Hoy un equipo que es el auténtico símbolo de Catalunya -aunque les duela a los pericos- domina sin discusión en España, Europa y el mundo. Hasta a la parodia de Mister Bean que habita la Moncloa ansía que el Barça le salve la cara y recupere el prestigio dilapidado con su catastrófica gestión. Como se han de ver por las españas...
SORPRESA por comprobar que ningún jugador de can Barça sea receptivo a los cantos de sirena del tito Florentino. Ni Iniesta, ni Messi ni nadie quiere ir al Madrid.
ESQUIZOFRENIA, por pasarse los partidos repasando el video para detectar ayudas escandalosas a favor del Barça, viendo la mano de Villar en todas las decisiones -incluso en la nunca sospechosa de madridismo del Comité de Competición, formado por individuos que han reconocido su condición de socios merengues-.
HISTERIA por comprobar como todas sus artimañas manipuladoras caen en saco roto, no logran distraer al equipo culé -sí al entorno, pero no a Pep y los suyos-y, encima, reciben una lección de sentido común, humildad y elegancia en cada rueda de prensa por parte del técnico de Santpedor.
Y se podría seguir y seguir. Pero no hace falta. Basta con escuhar las declaraciones de Raul y a Pellegrini. Esas que no se ponen en los titulares grAndilocuentes. Esas que se silencian. Eso es el Villarato.

