Pero creo que todo lo anterior, con sus aspectos positivos y negativos, hubiese sido soslayable para la afición, de no haber sido por el personaje. El Laporta personaje ha devorado al Laporta persona. Su afán de protagonismo, su prepotencia, su infalibilidad -para él, obviamente-, han acabado generando una corriente de creciente animadversión entre público y prensa, que han acabado derivando en fuerte oposición a su figura.
Solo a modo de sumario pueden enunciarse una serie de pecados, veniales algunos si se quiere, que han erosionado la imagen de triunfador que adornó al Laporta primerizo. A saber:
● Afan de protagonismo: cada vez que ha habido algo de lo que enorgullecerse -o no-, el President ha acaparado la foto, haciendo además ostentación de su presencia. Baste recordar las entregas de trofeos internacionales a las estrellas del equipo, las reuniones con la ONU y Unicef, las pachangas futbolísticas en “calça curta”, la presentación junto a Norman Foster de la remodelación del estadio...
● Lucha de egos: lamentable fue el conflicto en el seno de la directiva, tanto por su contenido como por su proyección pública. Más allá de lamentar el hecho que la pareja Laporta-Rossell, con el apoyo de Soriano, no fuese capaz de sobrevivir a su propio proyecto conjunto (el de los éxitos de los 3 primeros años), es de condenar que ello haya acabado derivando en una nueva guerra de egos. Si antes fue Nuñez-Cruyff, ahora es Laporta-Sandro. Falta generosidad y sobra orgullo.
● Proyección política: si algo caracterizó al Barça en épocas políticamente difíciles fue su capacidad de erigirse -aunque moleste- en abanderado del catalanismo, en válvula de escape de sentimientos proscritos, y además de hacerlo desde una capacidad de integración, transversal en lo social y en los orígenes de la afición, difícilmente planificable. Es decir, el Barça se convirtió en “més que un club” de forma espontánea.
Es por ello que las veleidades políticas de Laporta, negándose a desmentir hasta hace poco -cuando su estrella declina- su futura implicación en la vida política, sus desayunos con políticos en campaña -Mas, Montilla-, su posicionamiento en la órbita de ERC, etc., acaba cansando al socio, al que le resulta innecesario que el representante del club se posicione.
● Prepotencia: si algo agrede -al rival, obviamente, pero también a propios- es la exhibición innecesaria de poderio, de soberbia. Y creo que el empuje y determinación de Laporta, virtudes muy necesarias para dirigir un gran club como el Barça, se han trocado demasiado a menudo en prepotencia. Creo que el ya famoso documental “Barça confidencial” y la mítica frase “Que n´aprenguin” resumen un estilo de hacer que se perdonó cuando se ganaba, pero que molesta en la derrota.
● Burla al sentido común, a la inteligencia, cuando se niegan las evidencias: en este caso el mejor ejemplo es el lamentable caso Echevarría. Su insistencia en negar lo escrito en un registro público, su afán de preservar la imagen de su cuñado, la contradicción del pariente franquista con el ideario catalanista, dañaron su imagen hasta extremos que el propio Laporta jamás valoró. Nuevamente, el contexto favorable -en lo deportivo- y la prepotencia al abordar la situación, hicieron que el tema no pasase de tormenta, diluída en la bonanza futbolística. Pero nuevamente dejó poso.
● Falta de autocrítica: el culé tiene tendencia a dejarse arrastrar por su vena sentimental. Núñez la explotó hábilmente para anunciar mil veces -al estilo Sánchez Llibre- su marcha de la presidencia para así permanecer en ella; Laporta nunca ha admitido abiertamente sus errores, se ha empeñado en justificar sus errores o en cargarlos a otros. Por ello, las declaraciones de la cúpula del club atribuyendo a Rikjaard -un señor en las fórmulas, pero muy cuestionable como gestor sus dos últimos años- y a los jugadores la totalidad de la responsabilidad de dos años de fracasos, eximiendo absolutamente de la misma a Txiki y, por elevación, a la propia Junta, ha dejado, a los ojos del aficionado, la sensación que, una vez más, la victoria tiene muchos padres y la derrota es huerfana o casi.
● Deterioro de la imagen pública: después de algunos avatares afortunadamente no filmados (bajada de pantalones en el aeropuerto por un control, bronca pública en Francesc Macià a su chófer), los recientes episodios han provocado en el socio una profunda vergüenza ajena. Y es el socio el que no reconoce en el energúmeno de Old Trafford (en el mínuto 2 de partido!!!) o en el populista de la reunión de peñas (Al loro!!!) al Presidente de su Barça...







